jueves, 16 de mayo de 2019

Aovada


Con un trío
Andaba yo el otro día buscando unicornios cuando me encontré con un curioso tratamiento de cuidado facial que se presentaba bajo la forma de tres flamantes huevos (y uno más de propina). 

La cosa, en principio, no me sorprendió. Lo del huevo ya lleva bastante tiempo vendiéndolo la cosmética coreana, eso lo había pillado; y huelga decir que mi abuela, que es casi una alegoría de muchas otras, lo utilizaba en algunas de esas recetas de andar por casa que derrotan en una carrera de fondo a cualquier marca. Pero había algo en ello que me hizo pensar, y que fui meditando hasta entender el porqué del rumie. Llegué a la conclusión de que tenía más que ver con la forma que con el contenido.

Me atrevo a aventurar que en el kit de cuidado personal de una muchacha común lo mismo hay más huevos que en mi nevera un domingo. Porque están las mascarillas y cremas; los bálsamos labiales con forma de huevo; las bombas de baño de colorines con forma de huevo, con o sin sulfato de calcio; las esponjas de maquillaje con forma de huevo que prometen un acabado tipo aerógrafo (toma!), y sus imitaciones, algunas con forma de huevo estrangulado (ergonómicas las llaman) mate o en plan purpurina, y otras con pinta de rodaja, o bien cortadas por la base, o biseladas; y cepillos, jabones, pinceles,... 


¿Se le habrá ocurrido a alguien clasificar los productos en función de las formas? No me parece una idea descabellada… Porque, al fin, esto de la cosmética entra más por los ojos que por los oídos, y en muchos casos la forma cuenta tanto o más que la sustancia. 

O quizá, como ya decía Humpty Dumpty, a todo deberíamos ponerle nombres que den una idea de la forma que tieneAsí ya sabríamos a qué atenernos.

(copio la cita para quien no la recuerde; y para darle al blog un aire más literario, que nunca viene mal)

 –¿Es que acaso un nombre tiene que significar necesariamente algo? –preguntó Alicia, nada convencida.

–¡Pues claro que sí! –replicó Humpty Dumpty soltando una risotada: –El mío significa la forma que tengo… y una forma bien hermosa que se es. Pero con ese nombre que tienes, ¡podrías tener prácticamente cualquier forma!


martes, 14 de mayo de 2019

Como churros III: Eight Hour, más multitasking que el jabón lagarto


Empiezo a pensar que este blog debería haberse llamado “Cuánta razón tenía mi abuela…”. Ella y Elizabeth Arden, la protagonista de este post, eran casi de la misma quinta; y de no haber nacido a varios meridianos de distancia te digo yo que hubieran congeniado.


Hoy mi nueva sección sobre los cosméticos más vendidos del mundo está dedicada al Eight Hour de Arden, un bálsamo reparador que está a punto de cumplir los noventa; ahí es nada. Hete aquí que buceando por Internet me he enterado de su existencia y, ya puestos, también de la vida de la buena de Elizabeth, que es bien interesante. Resulta que ella, como Agatha Christie, otro de mis grandes ídolos, empezó como enfermera y, como se aburría mucho, en vez de usar sus conocimientos para escribir sobre crímenes y envenenamientos, se puso a hacer mejunjes para estar más mona (a cada una le da por una cosa…).


Elizabeth Arden, según Wikipedia
Parece que el Eight Hour recibió su nombre por un comentario de una clienta que le aseguró a su creadora que, gracias al bálsamo, su hijo había tardado solo ocho horas en curarse de una herida en la rodilla; pero es que además el ungüento en cuestión repara e ilumina labios y mejillas, da forma a las cejas, suaviza las cutículas (léase pellejos y padrastros) y los talones, sella las puntas del pelo, hidrata piernas y escotes y te pone una buena cara que ni tras una siesta de eight hours

Estoy por echarle un poco al guiso… que todavía descubro otro uso.


jueves, 9 de mayo de 2019

Casi casi tendencia


Se supone que a mí me pusieron a hacer esto porque la cosmética patria está en alza dentro y fuera de 'nuestras fronteras', y parece que algunos lo confirman. O, al menos, se dice que Spain está a punto de petarlo. No negaré que me da subidón. Hasta ahora no acababa de tenerlo del todo claro.


Una de las marcas de las que habla el artículo que acabo de citar se me había escapado hasta ahora. Aunque su creador se llama Pedro Catalá y es de Valencia, en su página está todo en inglés y hasta el nombre se lo han puesto en modo guiri. Está claro que aquí todo se hace en la lengua de Kate Middleton. Ay, si Cervantes levantase la cabeza... 

'Belleza doce' es bien cara (para mi triste bolsillo) y deduzco que se lo puede permitir. Me llama la atención que dice que vende ciencia, no experimentos. También es eco-amiga y apuesta por lo botánico, lo sostenible, lo sensible y lo que tiene que ser

Si pillo por ahí una muestra haré un 'momento cobaya'. Por el momento, queda anotada como 'in' (para que se vea que yo adaptarme lo intento).

martes, 7 de mayo de 2019

Dirty hair, publicidad engañosa


Desde que se soy beauty expert, nivel amateur, estoy apuntada a varias newsletters. Esto de las newsletters, como los followers de twitter o los comentarios que me dejáis en el blog, me produce una peligrosa sensación de amistad de la que tendré que cuidarme. Pero, qué queréis que os diga, yo abro la bandeja del mail y es que me vengo arriba con tanto correo a mi nombre… 


El otro día recibí un mensaje que me hizo especialmente feliz. Procedía de la Mota, una marca española de mascarillas de color, maravillosa si tienes cuatro canas y quieres hidratar, reparar y dar color a tu pelo. Si estás como yo, y tienes la cumbre completamente nevada hay que recurrir a métodos más expeditivos, pero ese es otro tema. El caso es que el asunto del mail rezaba así: Dirty hair, la tendencia capilar de las celebrities.

Yo después de lo del ‘hangover make up’ de las coreanas me lo creo todo y solo imaginar que mi natural seborreico podía convertirse en tendencia es que me erizaba hasta el pubis. Para que os hagáis una idea, una vez salí con un chico con el pelo lavado de la noche anterior y cuando llegué a su casa me miró la coronilla y me dijo. “No sabía que estuviera lloviendo”. Podéis imaginar que la noche fue un fracaso…

Al leer el mail me entero de que lo del dirty hair es en realidad es una  nueva forma de teñirse. Muy natural y con el objetivo de resaltar las facciones del rostro. El ‘dirty brunette’ es un tono moreno con reflejos ligeramente más claros que el color de base. El ‘dirty blonde’ es una técnica de coloración que consiste en 'difuminar en un tono marrón claro la raíz y se combina en la parte media del cabello con reflejos en un tono más dorado para conseguir un rubio impecable y de aspecto muy natural'.

Tanto afeite para parecer una guarra… Ains, si mi abuela levantara la cabeza…


jueves, 2 de mayo de 2019

Cosas que he aprendido en mis estancias en Youtube. Sobre ojos II

   

Tras años oyendo hablar de miradas profundas, soñadoras, penetrantes, misteriosas, 'panorámicas' en los últimos tiempos (así se me ha quedado a mí al enterarme, sin necesidad de maquillaje...),... pues... he acabado llegando a la conclusión de que lo esencial viene a ser básicamente potenciar las pestañas; porque, al fin, son las que crean la mayor parte de esos efectos. Y me he enterado de que para ello hay dos métodos complementarios.

Eprimerotrucar el área en donde nacen, para que parezca que hay más, con lápiz, eye-liner, sombras, cremas o máscaras que no se noten. O sí. De ahí las rayas. Pero nada peor que la raya que no se fusiona con la raíz de las pestañas. Error garrafal que estropea todo el invento. Terrible efecto al que podemos llamar ‘la raya que levita’. Mal, muy mal. Así que mejor tratar de pegarse a las raíces cual pulpo de after y, si no da mucha cosilla, pintar con lápiz por dentro la línea superior. Esto la primera vez que lo ves te da como escalofríos, pero luego te acostumbras. 
       
Herramienta con aspecto de instrumento de tortura
El otro método es curvarlas con esos aparatos que parecen formar parte del instrumental del ginecólogo de una muñeca (esto lo he oído en alguna parte, pero no recuerdo dónde), y que dan todavía más miedo si son térmicos y suenan a arder. Al principio también impresiona, sobre todo si te lo hacen; pero no duele. En serio: lo he probado. El no-térmico, quiero decir. A no ser que lo hagas mal y pellizques un trozo de no-pestaña, claro. Que también me ha pasado. Sin graves consecuencias. Y sí, el ojo como que se abre. Te queda la duda de si con lo de crespar al final lo que estás haciendo es crispar, la pestaña, el ojo, la cara o a ti misma. Pero bueno. Si lo recomiendan las gurús, allá con ello. 

Luego hay que hacer que las pestañas se mantengan en ese sitio, para lo que sirven la propia máscara (que además las curva, las amplía, las colorea en negro o en lo que te dé la gana, e incluso puede hacer que brillen), máscaras transparentes (la mayoría con efecto húmedo, brillante o laca) e incluso una especie de mini-permanentes que hacen en algunos centros. Flipa. Permanentes de pestañas. Ver para creer.