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Con un trío |
La cosa, en principio, no me sorprendió. Lo del huevo ya lleva bastante tiempo vendiéndolo la cosmética coreana, eso lo había pillado; y huelga decir que mi abuela, que es casi una alegoría de muchas otras, lo utilizaba en algunas de esas recetas de andar por casa que derrotan en una carrera de fondo a cualquier marca. Pero había algo en ello que me hizo pensar, y que fui meditando hasta entender el porqué del rumie. Llegué a la conclusión de que tenía más que ver con la forma que con el contenido.
Me atrevo a aventurar que en el kit de cuidado personal de una muchacha común lo mismo hay más huevos que en mi nevera un domingo. Porque están las mascarillas y cremas; los bálsamos labiales con forma de huevo; las bombas de baño de colorines con forma de huevo, con o sin sulfato de calcio; las esponjas de maquillaje con forma de huevo que prometen un acabado tipo aerógrafo (toma!), y sus imitaciones, algunas con forma de huevo estrangulado (ergonómicas las llaman) mate o en plan purpurina, y otras con pinta de rodaja, o bien cortadas por la base, o biseladas; y cepillos, jabones, pinceles,...
¿Se le habrá ocurrido a alguien clasificar los productos en función de las formas? No me parece una idea descabellada… Porque, al fin, esto de la cosmética entra más por los ojos que por los oídos, y en muchos casos la forma cuenta tanto o más que la sustancia.
O quizá, como ya decía Humpty Dumpty, a todo deberíamos ponerle nombres que den una idea de la forma que tiene. Así ya sabríamos a qué atenernos.
(copio la cita para quien no la recuerde; y para darle al blog un aire más literario, que nunca viene mal)
–¿Es que acaso un nombre tiene que significar necesariamente algo? –preguntó Alicia, nada convencida.
–¡Pues claro que sí! –replicó Humpty Dumpty soltando una risotada: –El mío significa la forma que tengo… y una forma bien hermosa que se es. Pero con ese nombre que tienes, ¡podrías tener prácticamente cualquier forma!