Un breve post para hablaros de mi último hallazgo. Parece que lo de pintarse las uñas está demodé. Hasta la manicura multicolor que triunfó este verano entre millenials, premillenials y postmillenials está ya bastante superada. Una firma de los más ingeniosa llamada Estetiplan acaba de sacar la impresora de uñas.
¿Que cómo funciona? El gadget (antes decía artilugio) tiene la misma
pinta que un escáner, solo que en lugar de folios se meten dedos. Basta
con elegir tu propio diseño: las fotos de tus sobrinos, el escudo de tu
equipo de fútbol, una imagen de la patrona de tu pueblo, tu signo
zodiacal y el de tus nueve mejores amig@s, o en su defecto algo más
abstracto; y llevar la foto en tu móvil. Una vez allí se la enseñas a tu
esteticista y ella se encarga de pasarla a la maquinita y de ahí a tus
uñas en el tiempo récord de 20 segundos por unidad. O sea que, a menos
que seas Ana Bolena, estás lista en 3'20''. Para l@s que carecéis de
imaginación la firma ofrece sus propios diseños, pero qué queréis que os
diga, es como esa gente que tiene un hijo y le pone el nombre según el
santoral... Ya que es ponéis modern@s tiraros un poco el rollo, ¿no?
Buscando el modelo perfecto
Si vivís en Madrid, lo tenéis en el Oh my cut! de Ayala, ahora en oferta
por 15 €. Yo creo que me voy a imprimir los símbolos que aparecen en
los envases cosméticos, a ver si así me los voy repasando en el metro y
me los aprendo de una vez, pero tendré que esperar a que me crezcan un
poco las uñas, en estos momentos sería como escribir el Quijote en diez
granos de arroz.
Los días cortos y las mantas en el sofá
no obligan a consagrarse a la introspección. Además, lo bueno de una
misma es que puedes llevártela a cualquier lado. Pasea tu yo, da un
rodeo antes de volver a casa, siéntate en una terraza para aprovechar lo
que queda de sol, vete por ahí de copas con amigos,… Aparte de
tonificar los glúteos, que nunca les viene mal, te quitarás de la cabeza
esas molestas cosas que te incordian.
Poesía, una máscara hidratante, un
helado con frutas, un baño de espuma, esa comedia romántica que te sabes
casi de memoria, tumbarte y escuchar un disco con los ojos cerrados,
probar un nuevo esmalte de uñas, saborear una copa de vino, regar las
plantas,… Hacen falta más tardes de domingo y menos consultas al móvil,
la agenda y el calendario. Pero piensa que las tardes de domingo no
tienen que ser necesariamente de domingo, ni tardes.
Ni idea de quién ha decidido que este
ritmo loco no pare ni de en dónde puede reclamarse por ello. Y no, no te
lo mereces. Nadie se lo merece. Por si sirve de algo, aquí va una de
esas ideas que ya estás despreciando antes de leerla: pensar que nada de
eso te está pasando a ti. Te está pasando, vale, pero puede ser como
conducir o montar en bicicleta. Tú sigues mientras piensas en otras
cosas. Ni te enteras. Automatizas. Un colorete alegre puede ayudar.
Incita a sonreír. De veras.
Sentirse decepcionado es bastante
parecido a morder una almendra amarga: no te lo esperabas, sabías que
podía pasar pero no pensabas conscientemente que iba a ocurrir, el
momento se suma a la larga lista de traumas (y van…) y, pasados unos
segundos, no se te ocurre nada que pueda quitarte ese sabor de boca.
Suena demasiado mal decir que hay que tragar y seguir adelante, que no
será la primera ni la última. Suena mal, pero es así. Lo importante es
sacar fuerzas para hacer que eso no impida que vuelvas a ilusionarte.
Los astros se alían para decirte que va
todo bien, que te lo creas, que no tienes que rendirle cuentas a nadie
ni esperar una futura mala racha que equilibre las cosas, que el karma
está controlado y que has alcanzado la velocidad de crucero. Lo que no
significa que no haya pequeños contratiempos. Por ello, es importante
que recuerdes que llegar un día tarde porque se te han pegado las
sábanas o dejar caer la tostada por el lado de la mantequilla no son
señales del apocalipsis. Son apenas pruebas de que la vida sigue su
curso. De que no estás soñando.
Pongamos que ves venir el caballo
blanco. Ahora trata de imaginar qué lo monta. Puede ser un príncipe
azul, un megatrabajo, un ascenso, un billete de lotería, un piso nuevo,
un gran viaje,… Cuando consigas verlo me cuentas. Ponerle cara a los
anhelos ayuda a identificar el desasosiego. Mientras lo haces, si tienes
a mano un espejo fíjate bien a ver lo que ves. Puede que necesites
hidratarte, o una mascarilla para el pelo, o probar una máscara de
pestañas. O puede que no se trate de nada de eso sino de salir de ese
sofá real o simbólico en el que estás dejando pasar los días, lo notes o
no.
Antes de nada, MUY FELIZ CUMPLEAÑOS!!
Celébralo y, sobre todo, autorregálate cosas. Nadie mejor que tú para
elegir regalos. Nadie que disfrute más escogerlos y envolverlos,
prepararlos y entregarlos. Nadie que se sienta mejor dándolos. Y nadie
al que le guste más recibirlos. Estás en el momento del año perfecto
para hacer todo ello una y otra vez, en ciclos infinitos.
Los cambios de etapa están
sobrevalorados. Vivimos en una nueva era y palabras como monotonía,
cotidiano, sensación de confort o apatía existencial están a nada de
caerse del diccionario. Normal que te sientas en tensión, como si todo
fuese a desmoronarse, y que repetirte constantemente la letanía de que
esto es para estar luego mejor acabe hartándote. Tienes todo el derecho a
sentirte una olla a punto de estallar. La cuestión es si merece la
pena, porque probablemente todo seguirá igual después de que explotes.
Nada va a quitarte la sensación de que
necesitas descansar y evadirte. Tienes derecho a patalear todo lo que
quieras si de aquí a Navidad no puedes cogerte vacaciones. Sugerencia:
coloca frente a la ventana una tumbona, unas plantas, algo para picar y
un cocktail, ponte ropa de verano y unas gafas de sol, vaporiza algo que
huela a campo o playa, cierra los ojos y pon la mente en blanco. Con
media hora puede servir.
Haberte ventilado en un fin de semana tu
serie favorita no puede ser visto como el detonante de una crisis
existencial. De hecho, tal vez sea el momento de plantearte cómo va la
novela de tu vida. Ese amigo que está raro, esa relación que parece más
estable de lo normal, ese al que conociste no hace mucho y de quien no
sabes qué pensar. Se avecinan tramas. En ti está querer o no implicarte
en ellas.
Generosa, creativa, divertida, cariñosa,
sociable, abierta, comunicativa,… eres un amor de persona! Lo que no
puede entenderse, si lo miras desde una perspectiva ajena a ti, es que
de vez en cuando te encierres contigo misma a excavar un hoyo infinito.
Porque, si lo hiciese otro, tratarías de convencerle de que eso no tiene
sentido. Y ya sé que, después de todos estos años, nos conocemos. Somos
irremediables. Forma parte de nuestros ciclos. Con todo, cuando te dé
la tentación de autoenclaustrarte piensa en hacerlo para dedicarte a
algo que te guste. Cocinar. Bailar. Echarte en la cama con las piernas
en alto a mirar al techo.
Si te apetece ponerte un gorro azul y
caminar por la calle dando saltitos no te lo pienses ni contemples lo
que otros podrían pensar. Es el momento. Siempre es el momento. Dentro
de veinte años recordarás con una sonrisa el día del gorro azul. Dentro
de veinte años sentirás en la boca un regusto a amargura si encuentras
en el fondo de un cajón el gorro azul y te das cuenta de que nunca
llegaste a estrenarlo. Y, por si hace falta aclararlo, el gorro azul
sirve de metáfora para todo.
Lo del corrector es algo así como un
photoshop manual cuyo objetivo es camuflar las zonas del rostro que
presentan un tono que no nos gusta. Ahí ya entra lo que cada cual
considere, pero es aconsejable no tapar todo lo que presenta otro tono
porque eso acaba dando un aspecto un tanto artificial. Lo más común es
querer unificar el tono de manchas, granos, ojeras y las decoloraciones
que casi todo el mundo tiene junto a las aletas de la nariz, en torno a
la boca y en la barbilla.
Para camuflar hay que elegir un producto
lo más parecido posible a nuestro tono de piel, o mezclar varios hasta
llegar a nuestro tono, y depositarlo con el aplicador, una esponja, un
pincel o (lo mejor según la mayoría) los dedos y presionar. La clave es esta:
si con la base de maquillaje lo importante era difuminar, con el
corrector lo que interesa es que se pegue bien a la piel y se quede en
su sitio, que penetre y agarre; así que debemos hacer presión, empujar
hacia dentro.
Además de acertar con el tono, para
lograr el objetivo hay que elegir bien la textura. Para decoloraciones
leves a veces puede utilizarse la propia base de maquillaje y si
queremos camuflar un área amplia probablemente convendrá que mezclemos
el corrector con la base, crema hidratante o sérum para diluirlo. En el
caso del contorno de los ojos, que tiene una piel muy fina que aguanta
mal el peso, lo mejor es utilizar un corrector líquido y golpear
repetidamente con la yema del dedo hasta que desaparezca la ojera.
Los granos y marcas deben taparse
directamente, aplicando el producto de tal modo que dejen de verse y
difuminando con un pincel o los dedos el círculo que los rodea.
Si se quiere tapar una rojez pueden
usarse los correctores verdes, que las neutralizan. Pero con cuidado de
no pasarse y acabar con aire de marciano de serie B. Para decoloraciones
muy pequeñas puede usarse uno de esos lápices de color carne, pero siempre que tenga el tono de la piel.
Que los minifrigoríficos para cosméticos que han invadido las redes en los últimos tiempos son cuquis nadie lo niega. Despiertan ese instinto latente de volver a jugar a las muñecas y tienen la gracia de todo lo mini.
La cuestión es si son necesarios. Quizá debido a los impulsos
consumistas de la presente era, quizá por haber tenido algunas horas
tontas, en los últimos días esto me ha dado que pensar.
Ante todo, el sentido común indica que
no es fácil justificar la compra de un frigo-mini si se tiene uno ya en
casa de tamaño humano medio en donde pueden reservarse huecos para
potingues. A no ser que la casa en cuestión sea una mansión de tres
plantas en la que el tocador esté a diez minutos de la cocina y las
habitaciones no cuenten con minibar. En ese caso, quizá sí se entiende
el desembolso de una pasta por algo que, en tan penosas circunstancias,
no entraría en la categoría de caprichos. Solo de pensar que habrá por
ahí alguien con ese problema me deprimo. Pobre gente…
Con todo, persiste la duda de si es
necesario mantener los cosméticos en la nevera. Los expertos dicen que
no hace falta y la realidad revela que en las tiendas están en
estanterías. La cosa –me decía yo estos días– es que, bien mirado, lo
mismo pasa con los huevos; o con centenas de alimentos que vienen
envasados y se guardan en la alacena pero, desde el momento en que se
abren, nada les hace librarse de la cadena perpetua. Y, en cualquier
caso, puede no ser necesario pero tampoco creo que les haga ningún mal.
Encontrándome entretenida
con tan trascendental dilema, decidí acercarme a la cocina para ver qué
potingues tengo yo en el frigo. Porque ya no es solo que me haya autoproclamado
experta en belleza, sino que me consulto a mí misma cuando tengo alguna duda.
Descubrí que guardo varios y, como soy así de maja, pensé que estaría bien
compartir la lista en un post para dar ideas. En casi todos los casos se trata
de cosas que potencian sus propiedades cuando se aplican frías, aunque algunos
son apaños hazlo-tú-misma que realmente tienen que estar en la nevera. La regla
básica es “nada compuesto de aceites”, porque eso sí que se estropea al
enfriarlo.
Esta es…
Lo que tengo en la nevera
Crema hidratante
fluida y contorno de ojos sin aceites
Antifaces y mascarillas de ojos, las
compradas y mis apaños: rodajas de pepino, discos de algodón empapados
en fluidos y bolsas de té congeladas.
Tónico, agua
termal y otros espráis del mismo tipo
Gel de aloe vera
y cremas para pies, tobillos y piernas
La piedra de jade rodante, que está fría en sí pero cuanto más mejor. Uno de estos días hablamos de ella.
Y, en verano y en veroño, todo lo que se
pone pringoso sin deber serlo con el calor: barras de labios, lápices,
correctores,… Si me acuerdo. Si no, suelo hacerme un borrón, acordarme
de todos los muertos de alguien inconcreto y meterlos diez minutos en el
congelador mientras reparo el estropicio.
Tras más de seis meses compartiendo con vosotras mis pequeños éxitos y
mis grandes fracasos, creo que estáis al corriente de muchas de mis
debilidades y limitaciones... Así que no os cuento nada nuevo si os
hablo de mi pulso vacilante, de mis dedos como ramitas al viento o de
que cada vez que saco el racimo de llaves, mis vecinos entonan el
"jingle bells"... Por eso recibo con regocijo la idea de la marca Colombiana Masglo
que ha creado el remedio definitivo a la manicura para torpes. Se trata
de un esmalte que, con el gráfico nombre de 'Pegatina', se adhiere a
los bordes de la uña y funciona a modo de barrera transparente para no
mancharte los dedos. Una vez aplicado el color, debes retirar con
cuidado el producto, y observar embobada tus uñas perfectamente
delimitadas. La idea es tan buena, que me sugiere la misma pregunta que la maleta con
ruedas o la compresa con alas: si la humanidad lleva siglos viajando y
bastantes más menstruando... cómo es posible que no se nos ocurriera
antes.
El desbordar se va a acabar
Ahora hay que ponerlo en práctica. Claro que con mi pulso tendré que
embadurnarme la pegatina hasta rodillas y codos. A razón de 9€ el
frasquito, igual me sale más barato bajarme al chino... Para todas las demás, aquí va el tutorial:
https://www.youtube.com/watch?v=NZggGt5Hrnc
Un clásico/básico que rejuvenece,
potencia la frescura, aporta vitalidad, alegra el tocador y hace
sonreír (al aplicarlo y tras aplicarlo). Aunque no es ni mucho menos un
invento reciente, como lleva unos años en alza hay gran variedad de
marcas y tonos para elegir. Además, los coloretes en crema y las barras
de labios prácticamente solo se diferencian en el formato, por lo que
basta meter el brazo hasta el fondo en el bolso y rebuscar para
encontrar alguno.
Aplicarlo, con todo, tiene su
intríngulis, comenzando por dónde debe estar. El truco viejuno de
sonreír para marcar el lugar en el que sobresale el pómulo es un arma de
doble filo, porque no siempre da los mejores resultados. Desde Glubp
aconsejamos (qué bien ha quedado esto!) orientarse a partir de unas
sencillas coordenadas: de mitad del ojo a la oreja y del ojo al final de
la nariz. Si el resultado no convence podrá desplazarse de acuerdo con
los gustos y facciones de cada cual.
El colorete en polvo se aplica con
brocha al final del proceso, justo antes de recoger los bártulos, y crea
un efecto de muñeca de porcelana especialmente adecuado para algunos looks;
pero el colorete en crema suele aplicarse mientras aún se están
maquillando o están por maquillarse labios y ojos, antes de los polvos,
siguiendo esa regla de que las texturas húmedas van antes y las secas
después. El objetivo es que se adhiera a la piel, como la base y el
corrector, para que parezca que es un rubor que sale de dentro.
Una vez depositado el producto hay que
difuminarlo haciendo que «entre» en la piel, que forme parte de ella.
Para que el efecto sea más natural lo que nos quede en aquello que
estemos utilizando para difuminarlo (la esponja, el pincel o los dedos)
puede aplicarse en la raíz del pelo, la parte alta de los párpados o la
barbilla, de tal modo que el tono esté un poco por todo el rostro,
unificándolo. Esto da un aspecto más natural y mimetiza el efecto del
sol en la piel.
Al utilizar un colorete en crema hay dos
cosas a tener en cuenta: 1) que «baja» conforme la piel lo va
absorbiendo, por lo que es probable que al cabo de unos minutos tengamos
que volver a aplicarlo; y 2) que es muy difícil «bajarlo» cuando nos
pasamos, por lo que conviene ser precavidas y controlar. Como en todo lo
referente al maquillaje, aquí también se cumple la regla: cuanto más
capas apliquemos más natural será el efecto. Pero siempre que sean capas
finas.
Y, por último, un aviso a navegantes:
dejar más producto en el centro, en donde se aplica el pegote inicial,
está siendo tendencia entre las francesas. Repito: las francesas. Si no habéis tomado nota ya estáis tardando.