
Los días cortos y las mantas en el sofá
no obligan a consagrarse a la introspección. Además, lo bueno de una
misma es que puedes llevártela a cualquier lado. Pasea tu yo, da un
rodeo antes de volver a casa, siéntate en una terraza para aprovechar lo
que queda de sol, vete por ahí de copas con amigos,… Aparte de
tonificar los glúteos, que nunca les viene mal, te quitarás de la cabeza
esas molestas cosas que te incordian.

Poesía, una máscara hidratante, un
helado con frutas, un baño de espuma, esa comedia romántica que te sabes
casi de memoria, tumbarte y escuchar un disco con los ojos cerrados,
probar un nuevo esmalte de uñas, saborear una copa de vino, regar las
plantas,… Hacen falta más tardes de domingo y menos consultas al móvil,
la agenda y el calendario. Pero piensa que las tardes de domingo no
tienen que ser necesariamente de domingo, ni tardes.

Ni idea de quién ha decidido que este
ritmo loco no pare ni de en dónde puede reclamarse por ello. Y no, no te
lo mereces. Nadie se lo merece. Por si sirve de algo, aquí va una de
esas ideas que ya estás despreciando antes de leerla: pensar que nada de
eso te está pasando a ti. Te está pasando, vale, pero puede ser como
conducir o montar en bicicleta. Tú sigues mientras piensas en otras
cosas. Ni te enteras. Automatizas. Un colorete alegre puede ayudar.
Incita a sonreír. De veras.

Sentirse decepcionado es bastante
parecido a morder una almendra amarga: no te lo esperabas, sabías que
podía pasar pero no pensabas conscientemente que iba a ocurrir, el
momento se suma a la larga lista de traumas (y van…) y, pasados unos
segundos, no se te ocurre nada que pueda quitarte ese sabor de boca.
Suena demasiado mal decir que hay que tragar y seguir adelante, que no
será la primera ni la última. Suena mal, pero es así. Lo importante es
sacar fuerzas para hacer que eso no impida que vuelvas a ilusionarte.

Los astros se alían para decirte que va
todo bien, que te lo creas, que no tienes que rendirle cuentas a nadie
ni esperar una futura mala racha que equilibre las cosas, que el karma
está controlado y que has alcanzado la velocidad de crucero. Lo que no
significa que no haya pequeños contratiempos. Por ello, es importante
que recuerdes que llegar un día tarde porque se te han pegado las
sábanas o dejar caer la tostada por el lado de la mantequilla no son
señales del apocalipsis. Son apenas pruebas de que la vida sigue su
curso. De que no estás soñando.

Pongamos que ves venir el caballo
blanco. Ahora trata de imaginar qué lo monta. Puede ser un príncipe
azul, un megatrabajo, un ascenso, un billete de lotería, un piso nuevo,
un gran viaje,… Cuando consigas verlo me cuentas. Ponerle cara a los
anhelos ayuda a identificar el desasosiego. Mientras lo haces, si tienes
a mano un espejo fíjate bien a ver lo que ves. Puede que necesites
hidratarte, o una mascarilla para el pelo, o probar una máscara de
pestañas. O puede que no se trate de nada de eso sino de salir de ese
sofá real o simbólico en el que estás dejando pasar los días, lo notes o
no.

Antes de nada, MUY FELIZ CUMPLEAÑOS!!
Celébralo y, sobre todo, autorregálate cosas. Nadie mejor que tú para
elegir regalos. Nadie que disfrute más escogerlos y envolverlos,
prepararlos y entregarlos. Nadie que se sienta mejor dándolos. Y nadie
al que le guste más recibirlos. Estás en el momento del año perfecto
para hacer todo ello una y otra vez, en ciclos infinitos.

Los cambios de etapa están
sobrevalorados. Vivimos en una nueva era y palabras como monotonía,
cotidiano, sensación de confort o apatía existencial están a nada de
caerse del diccionario. Normal que te sientas en tensión, como si todo
fuese a desmoronarse, y que repetirte constantemente la letanía de que
esto es para estar luego mejor acabe hartándote. Tienes todo el derecho a
sentirte una olla a punto de estallar. La cuestión es si merece la
pena, porque probablemente todo seguirá igual después de que explotes.

Nada va a quitarte la sensación de que
necesitas descansar y evadirte. Tienes derecho a patalear todo lo que
quieras si de aquí a Navidad no puedes cogerte vacaciones. Sugerencia:
coloca frente a la ventana una tumbona, unas plantas, algo para picar y
un cocktail, ponte ropa de verano y unas gafas de sol, vaporiza algo que
huela a campo o playa, cierra los ojos y pon la mente en blanco. Con
media hora puede servir.

Haberte ventilado en un fin de semana tu
serie favorita no puede ser visto como el detonante de una crisis
existencial. De hecho, tal vez sea el momento de plantearte cómo va la
novela de tu vida. Ese amigo que está raro, esa relación que parece más
estable de lo normal, ese al que conociste no hace mucho y de quien no
sabes qué pensar. Se avecinan tramas. En ti está querer o no implicarte
en ellas.

Generosa, creativa, divertida, cariñosa,
sociable, abierta, comunicativa,… eres un amor de persona! Lo que no
puede entenderse, si lo miras desde una perspectiva ajena a ti, es que
de vez en cuando te encierres contigo misma a excavar un hoyo infinito.
Porque, si lo hiciese otro, tratarías de convencerle de que eso no tiene
sentido. Y ya sé que, después de todos estos años, nos conocemos. Somos
irremediables. Forma parte de nuestros ciclos. Con todo, cuando te dé
la tentación de autoenclaustrarte piensa en hacerlo para dedicarte a
algo que te guste. Cocinar. Bailar. Echarte en la cama con las piernas
en alto a mirar al techo.

Si te apetece ponerte un gorro azul y
caminar por la calle dando saltitos no te lo pienses ni contemples lo
que otros podrían pensar. Es el momento. Siempre es el momento. Dentro
de veinte años recordarás con una sonrisa el día del gorro azul. Dentro
de veinte años sentirás en la boca un regusto a amargura si encuentras
en el fondo de un cajón el gorro azul y te das cuenta de que nunca
llegaste a estrenarlo. Y, por si hace falta aclararlo, el gorro azul
sirve de metáfora para todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario