lunes, 29 de julio de 2019

La ocasión la pintan calva

Nada más llegar a mi cita descubro por qué mi Romeo lucía en las fotos todo tipo de gorros, sombreros y hasta pañuelos piratas... Es calvo como una bola de billar. Tal detalle, lejos de amedrentarme, me envalentona. Soy de la teoría (minoritaria, lo sé) de que un hombre no se descubre realmente guapo hasta que pierde todo su pelo y así se lo digo antes de sentarnos a la mesa. A la primera copa ya le estoy hablando de la magnífica iniciativa de Carobels, una empresa de León, que ha sacado el primer champú para calvos. Nada de los muy vistos tratamientos anticaídas, Doctor Bold, que así se llama el producto, no te ayudará a recuperar un solo pelo, sino a lucir un cráneo lustroso y bien cuidado. Tal como explica su creador, un calvo guapísimo: "El cuero cabelludo requiere de unos cuidados especiales que se acentúan cuando ha sido desprovisto de la protección".


A la tercera copa, le estoy pidiendo que me sirva de cobaya. Yo soy muy rigurosa y no me gusta recomendar un producto que no he probado, pero para disfrutar de este antes tendría que ingresar en los Hare Krishna. Al quinto vino trato de acariciarle su pelada cumbre y me ofrezco a lavársela como hacía Redford con Meryl Streep en Memorias de África. Antes de que pueda alzar mi mano para pedir una sexta ronda, mi Romeo se pone en pie y asegura que tiene un ineludible compromiso laboral (no sabía que los abogados pudieran estar de localizados como los médicos o los bomberos...).
No ha vuelto a responder a ninguno de mis mensajes. Cuando llegué a los tres dígitos dejé de achacarlo a una mala conexión de WIFI. Por el geolocalizador de la web de citas descubro que se halla en algún lugar cerca de Estambul. Creo que está considerando seriamente un trasplante de pelo...
¿Qué habrá podido fallar?

 

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