He sido fan del horóscopo desde mi
tierna adolescencia hasta el distante presente. De todo he tenido que
oír en estos años: que si es una chorrada, que si no tiene base
científica, que si ni siquiera corresponde con la posición actual de los
cuerpos astrales, … Críticas hay muchas, pero reconozcamos que nunca
nos lo saltábamos en el Nuevo Vale, que los perfiles sirven
para los análisis de andar por casa (tod@s sabemos reconocer a un@
escorpio) y que leer las predicciones anima tanto como el primer sorbito
de la primera copa. Ya lo de escucharlas de boca de Esperanza Gracia para much@s es la copa entera.
Por todo ello he pensado que compartir
de vez en cuando lo que dicen los expertos en plan telegrama puede
venirnos bien, y me lanzo ya.
Gluphoroscópica me pongo.
He sido fan del horóscopo desde mi
tierna adolescencia hasta el distante presente. De todo he tenido que
oír en estos años: que si es una chorrada, que si no tiene base
científica, que si ni siquiera corresponde con la posición actual de los
cuerpos astrales, … Críticas hay muchas, pero reconozcamos que nunca
nos lo saltábamos en el Nuevo Vale, que los perfiles sirven
para los análisis de andar por casa (tod@s sabemos reconocer a un@
escorpio) y que leer las predicciones anima tanto como el primer sorbito
de la primera copa. Ya lo de escucharlas de boca de Esperanza Gracia para much@s es la copa entera.
Por todo ello he pensado que compartir
de vez en cuando lo que dicen los expertos en plan telegrama puede
venirnos bien, y me lanzo ya.
Gluphoroscópica me pongo.
Glubpastral: lo que nos viene en septiembre
¿Agobios porque se acaba la playa y
vuelven los madrugones? Calma. Sobre todo para la piel. Ahora tocan
jornadas de hidratación a tutiplén para mantener la capa que está morena
antes de que se caiga. Por mantener ese romance de verano no te
preocupes tanto. Piensa que tú cuando te creces es en los momentos Aretha Franklin.
¿Y no será que la espalda te duele por
todo lo que te echas encima? Un buen baño relajante, masajes y
aprovechar el inicio de curso para volver al gimnasio pueden ayudar,
pero quizá sea hora de plantearse delegar tareas. Y de darte algún
capricho. Los helados valen, que acabó la temporada oficial de bikini.
Esta última luna nueva nos ha sentado
bien, ¿ verdad? Pues ya sabes: a preparar el estuche y forrar los libros
con toda esa energía. Septiembre viene cargadito de sorpresas. No digo
ná…
Nada más adecuado para el signo más
romántico que la cadencia de los atardeceres tras los días soleados. En
vez de ponerte agonías con lo que vendrá, disfruta de la puesta de sol
con esa sonrisilla de quien ha tenido un buen verano. Septiembre, al fin
y al cabo, es un mes de tránsito; una especie de cinta transportadora
en el calendario.
Está claro que te hubieses quedado por
ahí de viaje en plan nómada permanente. De nada sirve llorar porque el
periplo ha acabado. Ahora toca moverse en un territorio conocido, sí,
pero más tuyo. Explora tu sabana. Además de mejorar el conocimiento del
medio, ejercitarás las piernas. El otoño va a pedirte fuerzas extra.
Estar pendiente del cuerpo es muy
sensato, pero escucharlo durante horas cual psicoterapeuta puede
volvernos tarumbas. Llévalo a la playa o a la piscina, aprovecha los
días aún cálidos para que tome el aire y entabla conversación con otros
seres. Una cosa es cuidarlo y otra obsesionarse con él en plan madre de
niño mimado.
Quizá no es que los astros se hayan
aliado en tu contra ni que alguien te esté haciendo vudú. Lo más
probable es que todo esto sea el momento que precede a una época
realmente buena. Ya sabes, equilibrio.
Si lo de hacer cardio y comer cosas
verdes para que se desvanezcan todos los rastros de unas copas de más a
ti te funciona, adelante. Pasa de lo que digan otros. En septiembre
habrá que mantener el ritmo, pero tú tienes energía para eso, y para
más.
Una noche en vela charlando, escuchando
música o mirando a las estrellas no le hace mal a nadie, si es elegida y
no forzada. Puede que luego duermas gran parte del día, pero esa paz de
espíritu a ver quién te la quita. Compensa el agua consumida con una
mascarilla hidratante y las horas de sol perdidas con un paseo al final
de la tarde. Reserva algunas fechas de septiembre para estos momentos
místicos. El mes se presta a ello.
Hay gente que agota, sí. Pero, si lo
piensas, tampoco merece mucho la pena pensar en ellos. Mejor invertir el
tiempo en otras cosas. Y lo necesitas, no lo neguemos, porque acabas de
volver y ya sientes crecer la desorganización. Aquí va una idea: compra
un cuaderno bonito, divídelo en tres columnas y coloca en cada una lo
que tienes que hacer, lo que quieres hacer y lo que crees que vas a
hacer. Seguramente el resultado va a sorprenderte. Y habrás pasado un
rato sin pensar en esos pesados.
Retener líquidos puede interpretarse de
muchos modos: la carga emocional que arrastramos; tragarnos cosas que
quizá deberíamos decir; algo que está ahí dentro y que no sabemos qué
es, pero nos agobia, … Al fin, las consecuencias son visibles, y
desanimadoras. Comencemos combatiendo los síntomas con diuréticos
naturales y mascarillas de pepino helado, y busquemos soluciones en
cosas abstractas, como las nubes. Lo concreto no siempre es la
respuesta.
Antes de dejarnos llevar por la
melancolía del fin del estío y la chapuza de la descamación, tomemos
medidas. Ante todo, exfoliación. Frotando bien, para que caiga lo que
sobra. Los cambios de estación piden un cambio de piel. La nueva mejor
en tonos lilas, que es lo que dicen que va a llevarse este otoño.
En este mi personal estudio del mundo beauty me entero de que el cannabis
es el último grito en cosmética (en mi época de filóloga nerd
hubiera considerado la asociación 'cannabis' y 'grito' como un oxímoron
difícilmente justificable pero quién se acuerda ya de eso...). Lo
importante es que el cannabis sativa, cáñamo, hemp,
'cannabidiol' para los expertos o CBD para los que tienen prisa ha hecho
su aparición en todo tipo de artículos de belleza: cremas, sérums,
mascarillas, toallitas, boosters, exfoliantes, aceites, brumas, maquillaje y hasta crema de manos (aquí podéis encontrar una lista de los productos más populares...).
Y qué tiene este cannabis para ponernos tan lindas, os preguntaréis.
Pues es calmante, antiinflamatorio antioxidante, relajante (esto se veía
venir), hidratante y a diferencia de otras especies de las que se
obtiene la marihuana o el hachís, no posee efectos psicotrópicos...
A estas alturas nadie se sorprenderá si
cuento que todos mis esfuerzos por estar al día en lo que se lleva y
vende en el mundo de la cosmética van acompañados por la firme
convicción de que es fundamental no olvidar lo de toda la vida, lo que
se ha hecho siempre, lo que va más allá de las modas y demuestra, con el
paso del tiempo, que si se mantiene será por algo. Las recetas de la
abuela, vaya.
Conservar y practicar estas «fórmulas
mágicas» cuando existen tantos productos en el mercado que las
sustituyen sin problema a golpe de tarjeta tendrá sus motivos, supongo.
Así, a bote pronto, se me ocurre que puede ser por tradición, por
nostalgia o por eso tan socorrido de ahorrar tirando con lo que se tiene
por casa. Aunque también podemos dar la vuelta a la tortilla y decir
que nada más ecológico y menos consumista que preparar ungüentos con
cosas comestibles, dejando de lado los plásticos tanto en formato micro
como macro. Lo de ser modernas tiene eso: hacer de lo rancio tendencia
es casi que un mandamiento de la nueva era.
Quede claro que yo no me dejo engañar.
Aquí todo el mundo parece que ha descubierto la pólvora, pero hasta hace
cuatro días usar la mayonesa como mascarilla y ponerse rodajas de
pepino en los ojos no era ni natural ni eco-consciente; era hacer un
apaño, y punto. Y de eso va esta nueva sección, de tirar de lo que se
tiene a mano sin grandes complicaciones ni aspavientos. En todo caso,
añadiendo un poco de confianza ciega, ingrediente esencial para
conseguir el efecto placebo.
Aceite de romero para el pelo
Esto más que una receta es un ritual que
mi abuela practicaba cada tres o cuatro meses en aquellos tiempos en
los que no se hacía raro pasar el día en casa con un turbante. Su
objetivo es dar brillo y textura al pelo seco.
El método es muy sencillo. Primero se
recolecta romero (en el supermercado, en el campo o desplumando ese que
compramos para hacer recetas de Jamie Oliver y milagrosamente sobrevive
en el balcón). Una vez recolectado, se lava y se seca. Tras ello, se
hace una infusión en aceite de oliva, se pringa el pelo con ella y se
dejan pasar unas horas (mejor un día entero, y aún mejor un día y una
noche). Luego se lava. Y listo.
A continuación lo explico más despacio y con dibujos, para que no surjan dudas.
Antes de que os lancéis a hacerme
preguntas aclaro que las cantidades en este tipo de recetas son a ojo:
a) un puñado; b) un chorro; c) de tamaño medio. O, aplicando la lógica,
la cantidad de aceite y el tamaño de la sartén dependerán del largo y el
volumen del pelo, la de romero de las anteriores. Digamos que el romero
en el aceite tiene que ser suficiente para que el segundo se empape
bien de sus propiedades, y al mismo tiempo tener espacio para moverse en
la sartén.
Primero se calienta el aceite, luego se
echa el romero y se retira la sartén del fuego. O, en otras palabras, el
romero no se fríe: se hace con él una infusión.
Cuando se haya enfriado se moja en el
aceite un algodón o un paño y con él se va aplicando en el pelo hasta
que quede más o menos todo cubierto, insistiendo en las puntas. Después
se cubre la cabeza (con una camiseta vieja, por ejemplo) y se hace vida
normal (todo lo normal que puede ser con un turbante improvisado) para
que nuestra pócima haga su efecto. Advierto que huele bastante mal.
Aquí sigo, tratando de sobreponerme a mi fracaso amoroso. Hay dos formas
de enfrentar un desengaño y solo una te deja bien la piel. La primera,
lo habéis adivinado es pillarse una buena cogorza, y por mucho que un
puñado de coreanas haya decidido que los efectos de la resaca tienen su
glamour (repásese mi post sobre el hangover make up);
siempre es más recomendable la segunda: un buen tratamiento de belleza
o, en momentos de penuria económica, como es mi caso: aplicarse una
mascarilla, tumbarse en el sillón y concentrarse en las manchas de
humedad del techo con el fin de no pensar ‘¿qué fue lo que hice mal?’. Para momentos como este tenía reservado un producto made in Spain que estaba deseando probar. Se trata de la mascarilla purificante de la Albufera, la marca valenciana que fabrica cosmética a partir del Aceite de Germen de Arroz.
La mascarilla se vende en saquitos mono dosis que cuestan menos que un
orujo (1,70€, en el herbolario de mi barrio, dos por 3.30€ en su web) y
además de ser 100% natural y tener un diseño vintage que me
chifla, me parece un zasca perfecto a la tan en boga cosmética asiática
(tanto consumir arroz y potingues de belleza y que no se les haya
ocurrido a ellos combinarlos...). La reflexión no es brillante, lo sé
pero el tiempo de exposición de la mascarilla, cinco minutos, y mis
intentos de esquivar el recuerdo de la noche fatídica no dan para más. Lo primero que noto tras retirarme la mascarilla es que al contrario de
con otras purificantes de arcilla y carbón no deja mi piel tirante. O
sea que para aquellas con edad suficiente para recordar a Mazinger Z, va
bastante mejor que las muy celebradas mascarillas detox de estos
últimos años. Varios días después mi piel continúa tersa y luminosa. Eso sí, yo por
dentro sigo sintiéndome como puta por rastrojos o para ser finos y
en honor a esta nueva marca que pienso seguir explorando: como geisha
por arrozal…
martes, 6 de agosto de 2019
Os paso una nueva lista de apuntes
recopilados a base de escuchar atentamente lo que dicen las gurús
youtubers, en esta ocasión en relación con todo aquello que nos puede echar años encima. O, dicho de otro modo, maneras de evitar ser una chica de oro prematura.
– Pasarse con los polvos. Del
mismo modo que con la acumulación de cumpleaños se alargan las resacas,
se va notando más el peso del bolso y se tiende a reflexionar antes de
calzarse unos tacones, a medida que van pasando los años a la
piel le cuesta cada vez más aguantar todo aquello que se le pone encima
que no puede absorber y, en consecuencia, tiene que sostener. De ahí el antipático ‘efecto acordeón’
que crean en los párpados las sombras en polvo. De ahí, también, los
repetidos consejos destinados a evitar que, en un afán por homenajear a
nuestra ya citada María Antonieta, la cara acabe por parecer una máscara
de yeso cuarteada.
– Pasarse con el corrector, o con la base. Por el mismo motivo que lo anterior: cuanto más denso, más pesa, y más le cuesta a la piel sostenerlo. Por ello se recomienda aplicarlo a golpecitos, con idea de que penetre, y controlar las cantidades.
– Cualquier tipo de línea, sea la raya del ojo, el perfilador de labios o el arco de la ceja. Dicho en plan teorema, toda línea recta acabará siendo sinuosa cuando se aplique sobre una piel poco tersa. El secreto es difuminar. Mucho mucho mucho. Y más. Pintar y pasar el pincel, el bastoncillo, el dedo o lo que sea para que no se noten contrastes.
– El código de barras. Especialmente cuando el color de los labios se cuela por las arrugas. De nuevo, difumínese.
Aunque antes se haya utilizado un lápiz para resucitar ese claro perfil
que nos salió a los catorce y empezó a desaparecer unas décadas más
tarde, tras aplicarlo se recomienda difuminar. Lo de usar un perfilador transparente no
acabo de verlo del todo claro, pero habrá que probar (Nota: poner en la
lista de la compra) (Nota 2: posible ‘momento cobaya’).
– El colorín. Es decir, tonos
subidos, colores fuertes, y en general todo lo que tienda a crear un
‘efecto payaso’. Lo que no quiere decir que una no pueda ponerse
picassiana si le apetece. Simplemente, hay que partir de la premisa de
que nos quitaremos años con marrones y rosáceos, y nos los pondremos pintarrajeando.
Envejecer es un poco aburrido, la verdad. Con lo que me gusta a mí el colorete…