jueves, 28 de febrero de 2019

El glosario se complica



Pues resulta que hay una nomenclatura internacional de ingredientes cosméticos, en inglés para más señas, que se supone que una tiene que controlar si quiere ser un poco responsable en sus compras. Y aún más si se proyecta como una futura bloguera seria.

Por si fuera poco, las que saben también controlan palabros como 'comedogénico', no recogido por la RAE pero localizable en glosarios de dermatología y cosmética, y que me aventuro a definir como "producto que causa la aparición de puntos negros"Malo malo, vaya.


Empiezo a temer que esto es demasiado complicado para mí...

miércoles, 27 de febrero de 2019

El sueño de Afrodita




Ya estoy de vuelta. 

Ami Iyök, aunque suene coreano, es una marca catalana de “cosmética natural certificada” donde hasta el “packaging” es “eco-friendly”, (uf, a este paso el glosario, va a tener más entradas que el María Moliner…). Todo esto me parece genial; lo que ya me cuesta más entender es esas firmas de cosméticas que presumen de ser veganas. ¿Qué quieren decir? ¿Que para crear la crema no han tenido que matar a un cochinillo? Hombre... lo daba por hecho.


El producto que voy a probar es el Kombu Nectar Clean and Dream, un artículo con doble función: bálsamo desmaquillante y mascarilla nocturna. Os cuento que lo del 'multifunction' está muy de moda en el mundo 'beauty'. Hoy en día un ungüento no es nada si no cumple al menos dos objetivos, (al final, todo vuelve a mi abuela y su jabón de lagarto). 



Así que me unto la cara con el néctar, retiro el sobrante con un algodón y ya con la piel limpita vuelvo a aplicarlo, y me dispongo a introducirme en el lecho. Esto de que un producto te arregle la vida mientras duermes, me hace sentir un poco Escarlata: cierro los ojos, dejo la mente en blanco y confío en levantarme con otra piel. Realmente, mañana será otro día.

lunes, 25 de febrero de 2019

Momento cobaya: El champú de cebolla no huele a cebolla



Una nunca sabe si un furor corresponde a una moda pasajera o a un descubrimiento que va a cambiarnos la vida. En cualquiera de los casos, hojeando revistas en las salas de espera y las peluquerías se hace patente que hay algo que ha venido para quedarse al menos una temporada: el champú de cebolla. Como no se trata de algo que haga una sola marca, y sus propiedades parecen ser muchas, cuando se unieron varios factores (me había quedado sin champú, pasaba por al lado de una farmacia, en el escaparate había uno, recordé mis previas lecturas) decidí aventurarme.


Primera impresión: es bastante más caro que los de los supermercados, pero viene bastante más cantidad. Al usarlo comprobé que bastante bastante, porque a poco que te pongas en la palma de la mano ya hace una espuma que no veas. Y, sí, soy una cutre. Pero este blog también va de cómo voy dejando atrás mi pasado.

Segunda impresión: definitivamente, no huele a cebolla. De hecho, huele bien. Y el etiquetado tiene un aire de botica antigua que te hace pensar que has hecho una buena compra.

Tercera impresión: lo de que haga espuma sin tener sulfatos (como subrayó el dependiente de la farmacia) es algo que no entiendo bien; pero he de decir que aún no tengo muy clara la relación de los sulfatos con la espuma, ni he pillado del todo porqué hay que evitar los sulfatos. Seguiré investigando.


Conclusiones tras dos lavados: el pelo está limpio, el olor es agradable, aparentemente cunde y Mi rebotica ha caído en gracia a los farmacéuticos. Lo que me hace pensar que quizá a partir de ahora Talavera no sólo será conocida por Gwyneth Paltrow y la cerámica.




jueves, 21 de febrero de 2019

Mi gran noche


¡Aaaaaaaaahg! ¡No os lo vais a creer! ¡Me han invitado a mi primera fiesta beauty! Un encuentro entre bloggers, periodistas, influencers y demás personajes del mundo de la belleza. ¿Que cómo me encuentro? Bueno, diría que estoy ilusionada, expectante, ansiosa, histérica, va por rachas... Lo peor es que aún quedan dos semanas y, conociendo mis biorritmos, para la víspera del evento habré desarrollado varias dolencias psicosomáticas, dos o tres eccemas y… horror… la primera enmienda contra el glamur: cistitis.

Hay dos cosas que vienen a la mente de un infiltrado en el momento en que se incorpora a un grupo hostil: ¿cuánto tardarán en pillarte y qué hacer para impedirlo? Por el momento tengo que repasar el glosario, aprender a deslizar en mi discurso, sin sobreactuar, términos como ‘antiox’, ‘efecto mate’, ‘gloss’… y cualquier cosa que me ayude parecer una nativa cosmética y no una recién llegada desde tierras 'freakies'.

Y, por supuesto, a los nuevos miedos se unen los viejos complejos y las cuestiones esenciales: ¿Con quién hablar? ¿Cómo sujetar la copa? Y sobre todo… ¿qué me voy a poner?

Descartado lo de la grabadora en el sujetador (tendréis que conformaros con mi relato), opto primero por una estética sencilla pero con clase; luego por unos vaqueros carísimos que no lo parecen y una camisa de Zara que pasa por buena (perdóname Amancio); y, por último, por el vestido que me regaló mi ex para el bautizo de su sobrina, y que hubiera repetido en la comunión de la niña si no me llega a dejar por la Libertad (no os engañéis, no era un concepto abstracto, sino una pija de padres progres nacida en la Transición).


Ay no… Parezco Pippa Middleton en una boda de pueblo.


Bueno, relax, aún quedan dos semanas. Por el momento me voy a la cama con lo último de Ami Iyök, que tiene muy buena pinta. Cosmética de autor dice en su página web. Luego os cuento.


martes, 19 de febrero de 2019

La magia del camaleón



El maquillaje tiene mucho de magia: torna al patito en cisne, a la sosa en pizpireta y a la bibliotecaria en femme fatale, metafóricamente hablando. Pero os diré que existe en España una firma que ha elevado el elemento mágico de los afeites a la categoría de lo real. Camaleón no es en realidad una marca unicornio, pero lo parece, porque en cosmética la apariencia es fundamental; y además porque me da la gana, que esto de la belleza empodera una barbaridad, hoy os voy a hablar de ella.


Por lo que he leído, la firma camaleónica de aspecto 'indie' nació en realidad como una rama de la tradicional y ecológica Armonía, pero ha camuflado con tal virtuosismo su origen, y luce tan juvenil y moderna, que, como decía aquel famoso político socialista, ya no la reconoce ni la madre que la parió.


Entre sus productos, expuestos en los escaparates de muchas farmacias, destaca la gama de maquillaje "magic". El Magic Blush, viene en color negro y azul, pero cambia de tono al roce con la piel (¿cómo se os queda el cuerpo?) y proporciona un rubor con distintos matices de rosa. 


Los efectos del lápiz labial, Magic Colour Stick, inspirado en el pintalabios mágico marroquí, también oscilan entre una gama de rosas y rojos, dependiendo del PH de la piel. Lo del PH como lo de los sulfatos, aún tengo que estudiármelo. En mi época se llevaba el neutro, pero en este mundo las cosas mutan tan deprisa...



jueves, 14 de febrero de 2019

Imprescindibles: el pincel Kabuki


Hasta hace poco pensaba que yo decía que no me maquillaba pero en realidad sí lo hacía. Tenía una especie de estuche con pinturas medio ajadas, muchas de ellas con los nombres ya borrados, con el aspecto de las Plastidecor que llevaba al colegio y un aura de reliquias, porque traían recuerdos de “esa vez que para esa boda pensé que…”. El lápiz por si me daba por pintarme la raya del ojo un día, la barra labios porque a veces apetece que tengan “algo de color”, una base que compré para algo y pasado un tiempo empezó a oler raro,… 


Hoy pienso todo lo contrario. Es decir, me maquillaba, pero en realidad no lo hacía. Y lo sé por todo lo que estoy aprendiendo de l@s gurús. Arte, ritual, momento místico, … se llame como se quiera, para l@s verdader@s expert@s maquillarse tiene más de hacer salir un estado interior que de taparse para ocultarlo. Si tu cara refleja pocas horas de sueño, una resaca o un molesto catarro, algo tan simple como ir al supermercado se convertirá en una peregrinación. Sin embargo, si en quince minutos consigues que tu aspecto pase a ser el de una lozana mozuela dispuesta a cualquier aventura, como que sales de casa con otro ánimo. El que querías tener y, gracias a un poco de maquillaje bien puesto, más o menos has logrado.

Con ello no quiero decir que lo haya conseguido, sino que siento que estoy en el camino.

Como casi todo, lo de maquillarse conlleva hacerse con herramientas. Así que he comenzado por las básicas, para ir haciéndome pasito a pasito con un tocador más o menos decente. Lo primero que me ha quedado claro es que necesitaba una brocha Kabuki; es decir, con cabeza plana y muy muy densa, para difuminar, y difuminar, y difuminar, y difuminar,… hasta que la base forma parte de tu piel y el efecto máscara desaparece por completo.

Por el precio y la accesibilidad, me he decidido por esta, que de momento está dando buenos resultados. Al menos, para una principiante. O sea, que no suelta pelos.

martes, 12 de febrero de 2019

Looks and books


Hoy me ha dado por pensar que el negocio de la belleza no anda tan lejos del de la industria editorial. Y os preguntaréis "y a esta hoy por qué le ha dado por pensar..." Pues, veréis, es que acabo de descubrir Freshly cosmetics, el best seller, el unicornio puntero de los unicornios patrios. Yo hasta hace una semana vivía sin Freshly como sin otras muchas cosas, pero parece que las jovencitas, y alguna que otra talludita, de este país llevan meses siguiéndole los pasos. 

Y aquí viene la analogía. Si allá por el XIX, Tolstói logró que los lectores se mordieran sus rusas uñas de la ansiedad publicando por entregas las desventuras de la pobre Karenina, este otoño, en plena era de Instagram, esta marca de cosmética natural online consiguió que, antes de su lanzamiento, su nueva línea de maquillaje Identy ya contara con una lista de espera de 10.000 compradores. Ya lo decían nuestras abuelas: no hay nada como hacerse (de) rogar.


Otra de sus creaciones, el Freshly lab me recuerda a un tipo de novelas que triunfó allá por los ochenta entre los niños y adolescentes de la época: las popularísimas "Elige tu propia aventura". Con el motivador slogan "Make it happen", Freshly anima a sus clientes a escoger su propio destino cosmético: proponiendo un producto, participando en su creación y lanzamiento y esperando expectante a su criatura. ¿Su última obra? Un 'gustoso' bálsamo labial.


Claro que si existe un género literario al que estas nuevas marcas amenazan con desbancar es, lo habréis adivinado, el de los vetustos cuentos de hadas. En la era de la democratización de la belleza, los cosméticos de precios asequibles dirigidos a un público joven y protagonizados por instagramers revisitan el canon clásico y nos venden una estética "imperfecta, divertida, integradora y personal". Princesas low cost, patitos influencers, Blancanieves con manchas y Cenicientas de pies grandes. Tal cual, chicas: las Kardashian son los nuevos Grimm.



jueves, 7 de febrero de 2019

Hecho a mano



¿Soy la única que piensa que algunas pastillas de jabón natural parecen porciones de pastel de cafetería hípster? Véanse, por ejemplo, estas. Supongo que no, y que tampoco es casual. Hoy se abrazan las modas como si fuesen religiones, o filosofías de vida. Si con diez años el jersey que te hacía tu abuela te parecía lo peor, porque se notaba que estaba tejido en casa, ahora lo que se lleva es renegar del tigretón y hacer ojitos a todo lo que tenga ese aire de acabado imperfecto, porque se ve que es más ‘auténtico’. Y parece que con ello combina muy bien, por seguir con lo de las abuelas, el tirar de materias primas de toda la vida. Como el aceite de oliva

A mí me han convencido, y hasta sé ya por cuál voy a comenzar. El índigo. Me gusta el nombre, aunque sea azul apetece morderlo, está de oferta y dicen que es edición limitada. Lo tiene todo, vaya.

martes, 5 de febrero de 2019

Cosas que he aprendido en mis estancias en Youtube. Los tropecientos pasos (y la posibilidad de saltárselos)




Por lo que voy viendo, completar un maquillaje de alfombra roja o pasarela puede llevar varias horas. Pero también es cierto que la mayor parte de las mortales no nos enfrentamos cotidianamente a flashes, primeros planos y las despiadadas críticas de los expertos (y aficionados). Más bien queremos acercarnos al supermercado con un aspecto decente, que no asuste al/la emplead@; caminar por la calle con aire de haber dormido; y poder interaccionar con amigos, conocidos o nuevos humanos dando nuestra mejor cara. 

Así que, para ir simplificando, convengamos en que muchas de las fases de preparación de la piel para que cumpla el doble efecto de resplandecer y ser ocultada en el día a día se pueden saltar, de la base es posible prescindir si se usa bien el corrector, los polvos solo son necesarios cuando se quieren sellar capas o apagar brillos, y todo lo demás (máscara, lápiz de ojos, sombras, bronceador, color en los labios, colorete, etc., etc., etc.) son cosas optativas.

Entonces, ¿no nos ponemos nada? Las gurús dicen que depende. De si queremos tapar un grano o una mancha. De si tenemos más o menos ojeras. De si la tonalidad de nuestra piel es saludable o recuerda a la de algún personaje de mala vida. De lo que queramos ocultar y lo que queramos resaltar. Y de lo que nos apetezca.

En esto del maquillaje, según empiezo a entender, lo primero es corregir y lo segundo añadir. Prueba de ello: la tendencia que arrasó hace unos años, el efecto “no maquillada”, lleva mucho más tiempo que aplicar el conocido trinomio corrector-raya-barra de labios, como puede verse aquí; porque, al parecer, para tener buena pinta sin que parezca que estás maquillada tienes que pasar mucho tiempo maquillándote. Es decir, invertir un buen rato en la fase ‘corregir’ para que parezca que tú te levantas así, sin una marca, sin un granito, sin una mancha, sin ojeras, sin decoloración, sin flacidez, sin color amarillento. Quien tiene la suficiente pericia puede luego salir y pasearse por la vida en plan “mira qué buena pinta tengo”. Para las menos hábiles, o con menos tiempo, esta primera fase puede ser más breve si se parte de un buen lienzo (esas pieles envidiables que solo dan la genética y/o las buenas acciones en vidas pasadas) y se decide que una barra de labios que haga las veces de colorete y un aventón a las pestañas bastan para desviar la atención de una mancha. Lo que viene siendo una parisién de toda la vida, vaya.

Eso he aprendido. Pero sigo en ello.