martes, 12 de febrero de 2019

Looks and books


Hoy me ha dado por pensar que el negocio de la belleza no anda tan lejos del de la industria editorial. Y os preguntaréis "y a esta hoy por qué le ha dado por pensar..." Pues, veréis, es que acabo de descubrir Freshly cosmetics, el best seller, el unicornio puntero de los unicornios patrios. Yo hasta hace una semana vivía sin Freshly como sin otras muchas cosas, pero parece que las jovencitas, y alguna que otra talludita, de este país llevan meses siguiéndole los pasos. 

Y aquí viene la analogía. Si allá por el XIX, Tolstói logró que los lectores se mordieran sus rusas uñas de la ansiedad publicando por entregas las desventuras de la pobre Karenina, este otoño, en plena era de Instagram, esta marca de cosmética natural online consiguió que, antes de su lanzamiento, su nueva línea de maquillaje Identy ya contara con una lista de espera de 10.000 compradores. Ya lo decían nuestras abuelas: no hay nada como hacerse (de) rogar.


Otra de sus creaciones, el Freshly lab me recuerda a un tipo de novelas que triunfó allá por los ochenta entre los niños y adolescentes de la época: las popularísimas "Elige tu propia aventura". Con el motivador slogan "Make it happen", Freshly anima a sus clientes a escoger su propio destino cosmético: proponiendo un producto, participando en su creación y lanzamiento y esperando expectante a su criatura. ¿Su última obra? Un 'gustoso' bálsamo labial.


Claro que si existe un género literario al que estas nuevas marcas amenazan con desbancar es, lo habréis adivinado, el de los vetustos cuentos de hadas. En la era de la democratización de la belleza, los cosméticos de precios asequibles dirigidos a un público joven y protagonizados por instagramers revisitan el canon clásico y nos venden una estética "imperfecta, divertida, integradora y personal". Princesas low cost, patitos influencers, Blancanieves con manchas y Cenicientas de pies grandes. Tal cual, chicas: las Kardashian son los nuevos Grimm.



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