Por fin he entendido lo que es un booster. Un potenciador. Tan simple como eso. Qué manía de utilizar un vocabulario que te hace sentir medio tontita, y qué ganas de ponerle a todo nombres en inglés. Aunque entiendo que estas cosas suenan a universo Marvel y como que quedan bien. Pero me tenían despistada las marcas con el palabro, porque me sonó a instrumento más que a líquido, y eso como que me despistó.
![]() |
Añádanse un martini y un picardías de satén para personificar a Joan Collins a punto de irse a la cama |
Se cuenta en la red que un booster puede ser un cosmético concentrado, tipo este o este, o algo que se mezcla con otro producto para darle garra. Y ahí es cuando marcas y bloguer@s se vienen arriba y empiezan a hablar de alquimia, piedras filosofales, esencias y misterios (o verdades) ancestrales. Y, como si de un juego de asociación de palabras se tratase, de femineidad, sensualidad, autoestima, empoderamiento,... Cosas que parece que nos entrarán por el olfato, o por ósmosis, a través de ciertos productos: con aire de noche tórrida en Dinastía, de pulcro cuidado íntimo de lo más íntimo, o de híbrido entre un cuadro de Botticelli y un episodio de La casa de la pradera.
![]() |
A un paso del Olimpo |
Ojito a la última, que es de las pocas no guiris que se han colado en Laconicum, ese paraíso de las marcas nicho cuyos mandamientos reúnen una serie de principios minimal que ni Calvin Klein en sus mejores años.
Y las etiquetas de natural, vegano, orgánico, etc., etc. esta vez me las salto, que a este paso será mucho más fácil etiquetar solo a las que no lo son.