
Al final no me apunté a barre…
Me pillaba lejos, no me gustaban los horarios y no me acabó de
convencer. Con todo, como me he propuesto firmemente hacer ejercicio sí o
sí, he comenzado a documentarme, como buena empollona que soy. La
constancia no sé si la tendré, pero la consciencia de lo que haga,
seguro.
Tras meditarlo mucho, me he decidido por comenzar incorporando a mi cotidiano el puente,
una postura de yoga que consiste en tumbarse, flexionar las piernas de
modo que los pies queden firmemente apoyados en el suelo y alineados con
las caderas, colocar bien la cabeza para no crear tensión en el cuello,
apoyar los hombros en el suelo y levantar el trasero hasta formar una
línea recta que vaya de la rodilla al cuello.

La idea es aguantar arriba durante unas
cuantas respiraciones, apretando los talones contra el suelo y
contrayendo los glúteos. Se supone que pone el culo firme y que ayuda a
activar la circulación sanguínea y la glándula tiroides. No sé si será
cierto, pero hay algo al hacerla que me hace sentir que las cosas no van
mal cuando estoy en ese estado. Un poco como hacer de mí misma una
cuesta abajo.
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