jueves, 31 de octubre de 2019

Glupastral: el horóscopo de noviembre

Nada mejor que tener metas y perseguirlas para hacer que las sábanas se despeguen, incluso los lunes. Ver de nuevo Armas de mujer puede servir de inspiración. Sin las hombreras. Ni los peinados. Tal vez baste con canturrear la música.
El futuro es insondable. Puede ser predecible, esperado e incluso planeado; pero cuando llegue se transformará en un presente lleno de preguntas sin respuesta. Merece poco la pena pararse a pensarlo demasiado. Además, puede que estés apenas procrastinando porque aún no te has decidido a colgar en el armario la ropa de invierno.
Esos cambios que sabías que iban a llegar no acabarán de materializarse hasta que los asumas. Vestir ese jersey que ni siquiera recuerdas exactamente en qué año lo compraste y aún lleva la etiqueta puede ayudar. Por si no ha quedado claro: sí, es una metáfora.
Es el momento de volver a merendar. Tardes en el sofá, debajo de una manta, con una bebida caliente y un plato de galletas. Un libro o una película. Una ventana. Se puede ser muy feliz con eso, sin necesidad de nada más.
El hartazgo es una sensación, y pasa. Sin embargo, cuando se tiene es como estar atragantándote con cada bocado. Estás en todo tu derecho de explotar hacia donde quieras. Puede ser llenando una bolsa de basura con las cosas que ya no puedes ni ver.
Ese cosquilleo que te sube por dentro seguro, seguro que quiere decir algo. Aún no sabemos qué, pero lo sabremos. Lo ideal es no ignorarlo sin llegar a estar totalmente expectante. Cuando ya no lo notes sabrás de dónde venía.
Las pequeñas cosas, casi cotidianas, que van abriendo pequeñas nuevas etapas en simultáneo son como capítulos de la novela vital que se van sucediendo. Fueron proyectos y serán recuerdos, pero ahora son sobre todo nuevos presentes.
Te mereces estar bien y disfrutarlo. Abre la puerta, entra en la casa, respira hondo y verás que estás preparada para lo que venga. Piensa en el océano. Piensa en el amanecer. Piensa en una luz brillante.
Despertarse después de dormir mucho es como llegar al mundo de nuevo. Despertarse después de soñar mucho es como aterrizar después de haber estado en un universo paralelo. Si lo que soñaste te gustó, ahí tienes nuevos proyectos. Si te traumatizó, alégrate por el regreso.
Queda poco tiempo, pero llegas. Se trata de pensar con claridad, establecer prioridades, organizar el tiempo. Fue posible, es probable y, seguramente, será. Ahora lo que interesa es completar el recorrido hasta ello.
Puede que la respuesta no esté en el fondo de la copa de vino, pero ir bebiendo mientras se busca ayudará en la empresa. Cada segundo es un precioso momento.
Cada nuevo día está sin estrenar. Nadie lo ha visto, nadie lo ha vivido, nadie lo presiente. Si al sonar el despertador crees que estás viviendo el día de la marmota algo va mal, pero no es tu vida sino tu percepción. Hacer que parezca que todo se repite es solo cosa tuya.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Maquillaje para dummies: pintarse los labios como una francesa

Aunque no todas las habitantes de Francia –y ni tan siquiera las de París– tienen buen gusto y estilo, una minoría ha dado buena fama al conjunto gracias a sus mañas para colocarse las bufandas, lucir un buen pelo, perfumarse y maquillarse sin que parezca que van maquilladas. En esto último cuenta mucho saber pintarse los labios como si no los llevasen pintados, y de ello hablaremos hoy.
La técnica es muy simple, pero también muy importante. En vez de deslizar la barra por los labios se deben dar pequeños toques, con ella o con el dedo, presionando.
La idea es que el producto vaya entrando en la piel y fundiéndose con ella, para que parezca que el color sale de la boca y no que se posa sobre ella. Para conseguirlo debemos tener los labios bien exfoliados e hidratados, y conviene utilizar una barra mate. En cuanto al color, las parisinas más admiradas suelen elegir los intensos y combinar más de uno.
Con algo de pericia se va consiguiendo el tono deseado y ese aspecto como de acabar de comer una piruleta. Además, combinando tonos es posible poner en práctica algunos trucos, como colocar los tonos más oscuros en el interior para agrandar el labio.
Una vez hayamos acabado frotamos los labios uno contra otro y besamos varias veces un pañuelo para que el color quede bien fijo, pegado a la piel. A continuación limpiamos los bordes para evitar el «efecto payaso».
Y ya. Una boca bonita y con ese efecto de acabar de morderse los labios sin que dé la sensación de que nos hemos maquillado. Y, en consecuencia, buen color en el conjunto de la cara.

lunes, 28 de octubre de 2019

En forma: haciendo el puente

Al final no me apunté a barre… Me pillaba lejos, no me gustaban los horarios y no me acabó de convencer. Con todo, como me he propuesto firmemente hacer ejercicio sí o sí, he comenzado a documentarme, como buena empollona que soy. La constancia no sé si la tendré, pero la consciencia de lo que haga, seguro.
Tras meditarlo mucho, me he decidido por comenzar incorporando a mi cotidiano el puente, una postura de yoga que consiste en tumbarse, flexionar las piernas de modo que los pies queden firmemente apoyados en el suelo y alineados con las caderas, colocar bien la cabeza para no crear tensión en el cuello, apoyar los hombros en el suelo y levantar el trasero hasta formar una línea recta que vaya de la rodilla al cuello.
La idea es aguantar arriba durante unas cuantas respiraciones, apretando los talones contra el suelo y contrayendo los glúteos. Se supone que pone el culo firme y que ayuda a activar la circulación sanguínea y la glándula tiroides. No sé si será cierto, pero hay algo al hacerla que me hace sentir que las cosas no van mal cuando estoy en ese estado. Un poco como hacer de mí misma una cuesta abajo.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Maquillaje para dummies: pestañas bambi

Esta semana damos un paso de gigantes para abrazar una tendencia: las pestañas exageradamente largas y definidas que se ven últimamente en las alfombras rojas y se han dado en llamar «bambi»; no porque se inspiren en el dibujo de Disney (que no las llevaba) sino porque su objetivo es conseguir esos ojos de cervatillo asustado que tan bien lucieron las modelos de los sesenta.
El primer paso consiste en poner las pestañas bien altas utilizando ese aparato del que ya hemos hablado alguna vez; el que parece instrumental ginecológico de una muñeca. La idea es agarrarlas con cuidado de no pillar carne, apretarlas con fuerza y mantenerlas apretadas unos segundos. Algunas gurús dicen que se debe comenzar por el extremo interior del ojo e ir llevando el aparato hacia el exterior, para que vaya cogiendo ángulo. Pensad que las últimas suelen dirigirse hacia la sien.
Cuando las pestañas estén bien bien arriba, levantadas y tiesas, es el momento de pasar a la máscara, que las mantendrá en ese sitio. Al abrir el envase el cepillo estará embadurnado de producto (a no ser que se esté quedando ya en las últimas) y conviene retirar la mayor parte para no vernos ahí en medio de un pringue difícil de trabajar. De hecho, hay gurús que retiran casi todo frotando con un pañuelo. Luego, y esto es importante, debemos aplicarlo comenzando por las raíces y haciendo un movimiento en zig-zag, de derecha a izquierda y viceversa, avanzando hacia las puntas. La función de la máscara es espesar las pestañas (aparte de teñirlas y colocarlas) y por ello debe haber producto sobre todo en la base. La operación debe repetirse tantas veces como se crean necesarias. A más capas, más pestañas.
El «efecto bambi» se logra cuando, habiendo aplicado unas primeras capas de máscara, y sin dejar que se seque, se invierte la posición del cepillo 90º y con la punta se trabajan pequeños grupos de pestañas, uniéndolas. Aquí nos olvidamos del zig-zag y pasamos a deslizar, de dentro hacia fuera, con algo de mimo.
El resultado debe aproximarnos lo máximo posible a la cara que se nos pondría si estuviésemos brincando tranquilamente por el bosque y de repente viésemos que un cazador nos apunta con una escopeta. Como este es un maquillaje muy de muñeca, conviene combinarlo con sombras, colorete y labios en tonos claros y pastel.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Maquillaje para dummies: iluminación y contorno

En esta nueva entrega de nuestro curso «en línea» abordamos hoy asuntos esenciales y, para mucha gente, complejos; en gran medida, porque las marcas nos bombardean constantemente con productos que se anuncian con nuevos nombres y proclaman nuevas funciones, haciéndonos sentir pardillas que no se enteran de la misa a la media y nunca llegarán a estar a la última. Desterremos esa idea. Esto es mucho más fácil de lo que parece a primera vista.
Esencialmente, el maquillaje consiste en unificar el tono de la piel (lo que se consigue con la base y el corrector), dar color en donde favorezca (función del colorete) y crear un efecto de luces y sombras para esculpir el rostro. Esto último es lo que vamos a hacer hoy, y es para lo que sirven el iluminador y el contorno.
Si hemos llevado a cabo adecuadamente los pasos anteriores nuestra cara será una especie de «lienzo en blanco» sin ojeras, rojeces, manchas y marcas, ligeramente sonrosada en lugares estratégicos en caso de que hayamos aplicado el colorete en crema. Neutra y uniforme, pero plana, sosa. Nuestro objetivo es ahora dar volumen a los rasgos. Nuestra meta es convertirla en lo más que podamos llegar a parecernos a Sofia Loren.
Marcar los pómulos será lo más importante, y para hacerlo debe trazarse una línea que vaya de mitad de la oreja hacia abajo, en una diagonal que, sin llegar, se dirija a la comisura de los labios. Tan solo necesitamos un producto en crema de color marrón oscuro con una textura fácil de difuminar y un pincel plano. Trazamos con él esa raya y luego, si queremos ponernos en plan Miguel Ángel, rayas más finas en el nacimiento del pelo, rodeando el hueso de la nariz, en el pliegue del ojo y bajo el hueso de la mandíbula. Es decir, en todos los lugares en los que el cráneo se hunde hacia atrás.
Que nadie se asuste al encontrarse ante el espejo su cara transformada en una mamarrachada: esto lo vamos a difuminar.
En la mayor parte de los titulares colocan al mismo tiempo contorno y iluminador y los difuminan juntos, básicamente porque así se muestra mejor dónde van las luces y dónde las sombras. Desde aquí aconsejamos centrarse primero en la creación de sombras y pasar luego a las luces, porque así se controla mejor el proceso y se corrigen a tiempo las probables meteduras de pata. Por tanto, este sería el momento de, con un pincel limpio, una esponja o los dedos, extender el producto de tal modo que pasemos de la fase de pintura de guerra a la de rostro estilizado. Como todo, lleva práctica y cada cual deberá adaptar los conceptos generales a sus propias facciones. Cuando lo controlemos habremos alcanzado el grado de expertas en lo que en terminología guiri se llama «contouring» y, en traducción literal en la lengua de Cervantes, «contornear».
Pero aún no hemos acabado: tras crear las sombras debemos potenciarlas aportando luz. Y ahí entra el iluminador.
La diferencia entre corrector e iluminador es uno de los temas que más problemas genera a la hora de comprar y/o utilizar productos de maquillaje. «Los propios nombres lo indican», dirá cualquier espabilado. Y sí, lo hacen; pero los envases, las texturas y el hecho de que haya productos pensados para el contorno de ojos que al mismo tiempo tapan las ojeras y aportan luz (todo el mundo sabe cuál) confunden bastante.
Para aclararnos, el corrector debe parecerse al color de la piel y quedar depositado en ella cubriendo el tono que haya debajo, porque su objetivo es tapar las zonas decoloradas. El iluminador, por su parte, debe ser algo más claro y su textura no importa mucho, porque su única función es atraer la luz. Fluido, en crema o en polvo, un iluminador es algo ligeramente más blanquecino que aporta luz y, por tanto, volumen al lugar en el que se aplica. Lo de los brillos lo explicaremos en próximas entregas.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Manicura para torpes 2: Im-presionante

Un breve post para hablaros de mi último hallazgo. Parece que lo de pintarse las uñas está demodé. Hasta la manicura multicolor que triunfó este verano entre millenials, premillenials y postmillenials está ya bastante superada.
Una firma de los más ingeniosa llamada Estetiplan acaba de sacar la impresora de uñas. ¿Que cómo funciona? El gadget (antes decía artilugio) tiene la misma pinta que un escáner, solo que en lugar de folios se meten dedos. Basta con elegir tu propio diseño: las fotos de tus sobrinos, el escudo de tu equipo de fútbol, una imagen de la patrona de tu pueblo, tu signo zodiacal y el de tus nueve mejores amig@s, o en su defecto algo más abstracto; y llevar la foto en tu móvil. Una vez allí se la enseñas a tu esteticista y ella se encarga de pasarla a la maquinita y de ahí a tus uñas en el tiempo récord de 20 segundos por unidad. O sea que, a menos que seas Ana Bolena, estás lista en 3'20''. Para l@s que carecéis de imaginación la firma ofrece sus propios diseños, pero qué queréis que os diga, es como esa gente que tiene un hijo y le pone el nombre según el santoral... Ya que es ponéis modern@s tiraros un poco el rollo, ¿no?
Buscando el modelo perfecto

Si vivís en Madrid, lo tenéis en el Oh my cut! de Ayala, ahora en oferta por 15 €. Yo creo que me voy a imprimir los símbolos que aparecen en los envases cosméticos, a ver si así me los voy repasando en el metro y me los aprendo de una vez, pero tendré que esperar a que me crezcan un poco las uñas, en estos momentos sería como escribir el Quijote en diez granos de arroz.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Horóscopo de octubre

Los días cortos y las mantas en el sofá no obligan a consagrarse a la introspección. Además, lo bueno de una misma es que puedes llevártela a cualquier lado. Pasea tu yo, da un rodeo antes de volver a casa, siéntate en una terraza para aprovechar lo que queda de sol, vete por ahí de copas con amigos,… Aparte de tonificar los glúteos, que nunca les viene mal, te quitarás de la cabeza esas molestas cosas que te incordian.
Poesía, una máscara hidratante, un helado con frutas, un baño de espuma, esa comedia romántica que te sabes casi de memoria, tumbarte y escuchar un disco con los ojos cerrados, probar un nuevo esmalte de uñas, saborear una copa de vino, regar las plantas,… Hacen falta más tardes de domingo y menos consultas al móvil, la agenda y el calendario. Pero piensa que las tardes de domingo no tienen que ser necesariamente de domingo, ni tardes.
Ni idea de quién ha decidido que este ritmo loco no pare ni de en dónde puede reclamarse por ello. Y no, no te lo mereces. Nadie se lo merece. Por si sirve de algo, aquí va una de esas ideas que ya estás despreciando antes de leerla: pensar que nada de eso te está pasando a ti. Te está pasando, vale, pero puede ser como conducir o montar en bicicleta. Tú sigues mientras piensas en otras cosas. Ni te enteras. Automatizas. Un colorete alegre puede ayudar. Incita a sonreír. De veras.
Sentirse decepcionado es bastante parecido a morder una almendra amarga: no te lo esperabas, sabías que podía pasar pero no pensabas conscientemente que iba a ocurrir, el momento se suma a la larga lista de traumas (y van…) y, pasados unos segundos, no se te ocurre nada que pueda quitarte ese sabor de boca. Suena demasiado mal decir que hay que tragar y seguir adelante, que no será la primera ni la última. Suena mal, pero es así. Lo importante es sacar fuerzas para hacer que eso no impida que vuelvas a ilusionarte.
Los astros se alían para decirte que va todo bien, que te lo creas, que no tienes que rendirle cuentas a nadie ni esperar una futura mala racha que equilibre las cosas, que el karma está controlado y que has alcanzado la velocidad de crucero. Lo que no significa que no haya pequeños contratiempos. Por ello, es importante que recuerdes que llegar un día tarde porque se te han pegado las sábanas o dejar caer la tostada por el lado de la mantequilla no son señales del apocalipsis. Son apenas pruebas de que la vida sigue su curso. De que no estás soñando.
Pongamos que ves venir el caballo blanco. Ahora trata de imaginar qué lo monta. Puede ser un príncipe azul, un megatrabajo, un ascenso, un billete de lotería, un piso nuevo, un gran viaje,… Cuando consigas verlo me cuentas. Ponerle cara a los anhelos ayuda a identificar el desasosiego. Mientras lo haces, si tienes a mano un espejo fíjate bien a ver lo que ves. Puede que necesites hidratarte, o una mascarilla para el pelo, o probar una máscara de pestañas. O puede que no se trate de nada de eso sino de salir de ese sofá real o simbólico en el que estás dejando pasar los días, lo notes o no.
Antes de nada, MUY FELIZ CUMPLEAÑOS!! Celébralo y, sobre todo, autorregálate cosas. Nadie mejor que tú para elegir regalos. Nadie que disfrute más escogerlos y envolverlos, prepararlos y entregarlos. Nadie que se sienta mejor dándolos. Y nadie al que le guste más recibirlos. Estás en el momento del año perfecto para hacer todo ello una y otra vez, en ciclos infinitos.
Los cambios de etapa están sobrevalorados. Vivimos en una nueva era y palabras como monotonía, cotidiano, sensación de confort o apatía existencial están a nada de caerse del diccionario. Normal que te sientas en tensión, como si todo fuese a desmoronarse, y que repetirte constantemente la letanía de que esto es para estar luego mejor acabe hartándote. Tienes todo el derecho a sentirte una olla a punto de estallar. La cuestión es si merece la pena, porque probablemente todo seguirá igual después de que explotes.
Nada va a quitarte la sensación de que necesitas descansar y evadirte. Tienes derecho a patalear todo lo que quieras si de aquí a Navidad no puedes cogerte vacaciones. Sugerencia: coloca frente a la ventana una tumbona, unas plantas, algo para picar y un cocktail, ponte ropa de verano y unas gafas de sol, vaporiza algo que huela a campo o playa, cierra los ojos y pon la mente en blanco. Con media hora puede servir.
Haberte ventilado en un fin de semana tu serie favorita no puede ser visto como el detonante de una crisis existencial. De hecho, tal vez sea el momento de plantearte cómo va la novela de tu vida. Ese amigo que está raro, esa relación que parece más estable de lo normal, ese al que conociste no hace mucho y de quien no sabes qué pensar. Se avecinan tramas. En ti está querer o no implicarte en ellas.
Generosa, creativa, divertida, cariñosa, sociable, abierta, comunicativa,… eres un amor de persona! Lo que no puede entenderse, si lo miras desde una perspectiva ajena a ti, es que de vez en cuando te encierres contigo misma a excavar un hoyo infinito. Porque, si lo hiciese otro, tratarías de convencerle de que eso no tiene sentido. Y ya sé que, después de todos estos años, nos conocemos. Somos irremediables. Forma parte de nuestros ciclos. Con todo, cuando te dé la tentación de autoenclaustrarte piensa en hacerlo para dedicarte a algo que te guste. Cocinar. Bailar. Echarte en la cama con las piernas en alto a mirar al techo.
Si te apetece ponerte un gorro azul y caminar por la calle dando saltitos no te lo pienses ni contemples lo que otros podrían pensar. Es el momento. Siempre es el momento. Dentro de veinte años recordarás con una sonrisa el día del gorro azul. Dentro de veinte años sentirás en la boca un regusto a amargura si encuentras en el fondo de un cajón el gorro azul y te das cuenta de que nunca llegaste a estrenarlo. Y, por si hace falta aclararlo, el gorro azul sirve de metáfora para todo.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Maquillaje para dummies: corrector

Lo del corrector es algo así como un photoshop manual cuyo objetivo es camuflar las zonas del rostro que presentan un tono que no nos gusta. Ahí ya entra lo que cada cual considere, pero es aconsejable no tapar todo lo que presenta otro tono porque eso acaba dando un aspecto un tanto artificial. Lo más común es querer unificar el tono de manchas, granos, ojeras y las decoloraciones que casi todo el mundo tiene junto a las aletas de la nariz, en torno a la boca y en la barbilla.
Para camuflar hay que elegir un producto lo más parecido posible a nuestro tono de piel, o mezclar varios hasta llegar a nuestro tono, y depositarlo con el aplicador, una esponja, un pincel o (lo mejor según la mayoría) los dedos y presionar. La clave es esta: si con la base de maquillaje lo importante era difuminar, con el corrector lo que interesa es que se pegue bien a la piel y se quede en su sitio, que penetre y agarre; así que debemos hacer presión, empujar hacia dentro.
Además de acertar con el tono, para lograr el objetivo hay que elegir bien la textura. Para decoloraciones leves a veces puede utilizarse la propia base de maquillaje y si queremos camuflar un área amplia probablemente convendrá que mezclemos el corrector con la base, crema hidratante o sérum para diluirlo. En el caso del contorno de los ojos, que tiene una piel muy fina que aguanta mal el peso, lo mejor es utilizar un corrector líquido y golpear repetidamente con la yema del dedo hasta que desaparezca la ojera.
Los granos y marcas deben taparse directamente, aplicando el producto de tal modo que dejen de verse y difuminando con un pincel o los dedos el círculo que los rodea.
Si se quiere tapar una rojez pueden usarse los correctores verdes, que las neutralizan. Pero con cuidado de no pasarse y acabar con aire de marciano de serie B. Para decoloraciones muy pequeñas puede usarse uno de esos lápices de color carne, pero siempre que tenga el tono de la piel.

martes, 24 de septiembre de 2019

Frigo sí, frigo no

Que los minifrigoríficos para cosméticos que han invadido las redes en los últimos tiempos son cuquis nadie lo niega. Despiertan ese instinto latente de volver a jugar a las muñecas y tienen la gracia de todo lo mini. La cuestión es si son necesarios. Quizá debido a los impulsos consumistas de la presente era, quizá por haber tenido algunas horas tontas, en los últimos días esto me ha dado que pensar.
Ante todo, el sentido común indica que no es fácil justificar la compra de un frigo-mini si se tiene uno ya en casa de tamaño humano medio en donde pueden reservarse huecos para potingues. A no ser que la casa en cuestión sea una mansión de tres plantas en la que el tocador esté a diez minutos de la cocina y las habitaciones no cuenten con minibar. En ese caso, quizá sí se entiende el desembolso de una pasta por algo que, en tan penosas circunstancias, no entraría en la categoría de caprichos. Solo de pensar que habrá por ahí alguien con ese problema me deprimo. Pobre gente…
Con todo, persiste la duda de si es necesario mantener los cosméticos en la nevera. Los expertos dicen que no hace falta y la realidad revela que en las tiendas están en estanterías. La cosa –me decía yo estos días– es que, bien mirado, lo mismo pasa con los huevos; o con centenas de alimentos que vienen envasados y se guardan en la alacena pero, desde el momento en que se abren, nada les hace librarse de la cadena perpetua. Y, en cualquier caso, puede no ser necesario pero tampoco creo que les haga ningún mal.
Encontrándome entretenida con tan trascendental dilema, decidí acercarme a la cocina para ver qué potingues tengo yo en el frigo. Porque ya no es solo que me haya autoproclamado experta en belleza, sino que me consulto a mí misma cuando tengo alguna duda. Descubrí que guardo varios y, como soy así de maja, pensé que estaría bien compartir la lista en un post para dar ideas. En casi todos los casos se trata de cosas que potencian sus propiedades cuando se aplican frías, aunque algunos son apaños hazlo-tú-misma que realmente tienen que estar en la nevera. La regla básica es “nada compuesto de aceites”, porque eso sí que se estropea al enfriarlo.
Esta es…
Lo que tengo en la nevera
Crema hidratante fluida y contorno de ojos sin aceites
Antifaces y mascarillas de ojos, las compradas y mis apaños: rodajas de pepino, discos de algodón empapados en fluidos y bolsas de té congeladas.
Tónico, agua termal y otros espráis del mismo tipo
Gel de aloe vera y cremas para pies, tobillos y piernas
La piedra de jade rodante, que está fría en sí pero cuanto más mejor. Uno de estos días hablamos de ella.
Y, en verano y en veroño, todo lo que se pone pringoso sin deber serlo con el calor: barras de labios, lápices, correctores,… Si me acuerdo. Si no, suelo hacerme un borrón, acordarme de todos los muertos de alguien inconcreto y meterlos diez minutos en el congelador mientras reparo el estropicio.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Manicura a prueba de tembleques


Tras más de seis meses compartiendo con vosotras mis pequeños éxitos y mis grandes fracasos, creo que estáis al corriente de muchas de mis debilidades y limitaciones... Así que no os cuento nada nuevo si os hablo de mi pulso vacilante, de mis dedos como ramitas al viento o de que cada vez que saco el racimo de llaves, mis vecinos entonan el "jingle bells"...
Por eso recibo con regocijo la idea de la marca Colombiana Masglo que ha creado el remedio definitivo a la manicura para torpes. Se trata de un esmalte que, con el gráfico nombre de 'Pegatina', se adhiere a los bordes de la uña y funciona a modo de barrera transparente para no mancharte los dedos. Una vez aplicado el color, debes retirar con cuidado el producto, y observar embobada tus uñas perfectamente delimitadas.
La idea es tan buena, que me sugiere la misma pregunta que la maleta con ruedas o la compresa con alas: si la humanidad lleva siglos viajando y bastantes más menstruando... cómo es posible que no se nos ocurriera antes.
El desbordar se va a acabar

Ahora hay que ponerlo en práctica. Claro que con mi pulso tendré que embadurnarme la pegatina hasta rodillas y codos. A razón de 9€ el frasquito, igual me sale más barato bajarme al chino...
Para todas las demás, aquí va el tutorial:
https://www.youtube.com/watch?v=NZggGt5Hrnc


lunes, 2 de septiembre de 2019

Maquillaje para dummies: colorete en crema

Un clásico/básico que rejuvenece, potencia la frescura, aporta vitalidad, alegra el tocador y hace sonreír (al aplicarlo y tras aplicarlo). Aunque no es ni mucho menos un invento reciente, como lleva unos años en alza hay gran variedad de marcas y tonos para elegir. Además, los coloretes en crema y las barras de labios prácticamente solo se diferencian en el formato, por lo que basta meter el brazo hasta el fondo en el bolso y rebuscar para encontrar alguno.
Aplicarlo, con todo, tiene su intríngulis, comenzando por dónde debe estar. El truco viejuno de sonreír para marcar el lugar en el que sobresale el pómulo es un arma de doble filo, porque no siempre da los mejores resultados. Desde Glubp aconsejamos (qué bien ha quedado esto!) orientarse a partir de unas sencillas coordenadas: de mitad del ojo a la oreja y del ojo al final de la nariz. Si el resultado no convence podrá desplazarse de acuerdo con los gustos y facciones de cada cual.
El colorete en polvo se aplica con brocha al final del proceso, justo antes de recoger los bártulos, y crea un efecto de muñeca de porcelana especialmente adecuado para algunos looks; pero el colorete en crema suele aplicarse mientras aún se están maquillando o están por maquillarse labios y ojos, antes de los polvos, siguiendo esa regla de que las texturas húmedas van antes y las secas después. El objetivo es que se adhiera a la piel, como la base y el corrector, para que parezca que es un rubor que sale de dentro.
Una vez depositado el producto hay que difuminarlo haciendo que «entre» en la piel, que forme parte de ella. Para que el efecto sea más natural lo que nos quede en aquello que estemos utilizando para difuminarlo (la esponja, el pincel o los dedos) puede aplicarse en la raíz del pelo, la parte alta de los párpados o la barbilla, de tal modo que el tono esté un poco por todo el rostro, unificándolo. Esto da un aspecto más natural y mimetiza el efecto del sol en la piel.
Al utilizar un colorete en crema hay dos cosas a tener en cuenta: 1) que «baja» conforme la piel lo va absorbiendo, por lo que es probable que al cabo de unos minutos tengamos que volver a aplicarlo; y 2) que es muy difícil «bajarlo» cuando nos pasamos, por lo que conviene ser precavidas y controlar. Como en todo lo referente al maquillaje, aquí también se cumple la regla: cuanto más capas apliquemos más natural será el efecto. Pero siempre que sean capas finas.
Y, por último, un aviso a navegantes: dejar más producto en el centro, en donde se aplica el pegote inicial, está siendo tendencia entre las francesas. Repito: las francesas. Si no habéis tomado nota ya estáis tardando.