martes, 16 de abril de 2019

Como churros I



Cuando paseo por una avenida llena de terrazas tiendo siempre a sentarme en la menos concurrida. ¿Que por qué hago esto?

a) porque cuanto más gente haya más probabilidades tienes de encontrarte al tipo que te gusta con otra más mona
b) por mi natural compasivo, me dan pena los negocios con poco éxito
c) porque soy una vaga y me siento en el primer sitio que encuentro
d) todas las respuestas anteriores son correctas, pero yo venía a contaros otra cosa.

La opción acertada, obviamente es la d, y, como os digo, no tiene nada que ver con este post, o sí, pero poco. Yo, hoy, como ayer, vengo a hablaros de cosmética, que es lo que hago siempre, y también de mi particular desconfianza en el efecto llamada.

Ya os imaginaréis, por todo lo que os he confesado sobre mi pasado, que no había colas precisamente para sentarse a mi vera en la ruta del cole. Desde entonces siempre he sentido algo de tirria por todo lo que oliera a popularidad: las chicas populares, los blockbusters, los bestsellers y cualquier película con la expresión "como puedas" en el título... 

Pero como, a pesar de las heridas, una es justa y no tiene por qué haceros víctimas de sus traumas infantiles, y porque ya estoy harta de ser "rarita", he decidido crear una nueva serie de posts dedicados a los cosméticos más comerciales de la historia.

Empezaremos por el producto de maquillaje más común y su más célebre exponente: el Rubi Woo de MAC, el labial más vendido del mundo (sí nenas, ya no se dice pintalabios y, por si alguna, Dios no lo quiera, todavía tiene la tentación, ¡tampoco carmín!). 

Para mí, hasta que entré en esto, MAC era un payaso que vendía hamburguesas, y del Rubi Woo o el Russian Red, su más inmediato competidor, no había oído ni hablar. 

Ahora sé que es la chica más deseada del Beauty College y, aún así, estoy dispuesta a darle una oportunidad. Sin rencor. Os cuento en el próximo post, que por hoy ya he hablado demasiado.

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