Al parecer hay un paréntesis entre el antes (limpieza, mascarilla, masaje, sérum, hidratante, protector,…) y el proceso de maquillaje propiamente dicho (la base, el corrector, el iluminador, el colorete, los polvos,…), y en ese paréntesis es cuando, una vez se ha preparado la piel y todo está listo para tapar y/o destacar, much@s recomiendan curvar las pestañas, aplicar la cantidad que se considere necesaria de máscara en las raíces (no en las puntas, y siempre en zig-zag), limpiar lo que haya quedado fuera y proceder a todo lo que vaya a hacerse en los párpados (base, sombra, lápiz, eye-liner,…). O sea, los ojos lo primero, comenzando por la máscara, y después todo lo demás. Simplemente, porque es lo que más pringa. Lo contrario de lo que se lleva haciendo toda la vida, vamos.
Claro que esto debe ser algo que se hace más bien cuando vas a pintarte un ahumado o embadurnarte el párpado con una de esas sombras que recuerdan a las bolas de discoteca, con toda la evocación fiestera, ochentera y popera que ello conlleva. A mí estas cosas me encantan, pero me pasa con ellas un poco lo que con los vestidos que pillo en rebajas pensando en 'esa ocasión especial' que nunca llega: luego las encuentro en el cajón casi nuevecitas y me recuerdan lo poco que salgo.
Por ello empiezo a entender lo que decía aquel blog sobre sentirse beige; y el porqué de que esté mucho más gastado mi lápiz de ojos beige de Deliplus que, además de barato, es multifunciones. Hay compras que dan subidón (y luego bajón) y otras que ni fu ni fa pero a la larga como que cunden.
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