martes, 30 de abril de 2019

Momento reflexión. Revoluciones e imperativos


Todo aquel que lo haya experimentado sabe que navegar por las páginas del universo beauty horas y horas y horas (y horas y horas) conlleva un considerable empacho de rosa chicle, palabras escritas con k y vocablos en un inglés más kardashiano que shakespeariano


Revolución en tonos pastel
Véase Krash, que bajo la consigna de no entender de géneros, etnias, reglas ni tallas (?) se ha propuesto quebrar fronteras, asociándose con las ideas de ruptura y revolución sin renunciar a las tonalidades María AntonietaOlé sus... 


Oda al colorín y al buen rollo

O 3ina, con un aire más internacional y los colores de los jerseys con los que Benetton nos alegraba el invierno en décadas pasadas.



La verdad es que yo me pongo cínica, pero hay cosas de este viaje que estoy disfrutando. Utilizando la terminología de la denostada dieta Dukan, creo que he pasado de la fase de ataque a la de crucero y, encontrándome en medio de la travesía, he de decir que dan buen rollo los colores vivos, la purpurina y el rollito salón de belleza de la Barbie



Aunque menos, o nada, los 'tienes que', 'debes', 'necesitas' (must must must must must) que pueblan muchas de las páginas, recordándome que para ellos soy una consumidora, cual dependienta que te persigue preguntando qué vas a comprar. Quizá porque me he acostumbrado a deambular por Zara sin que aparentemente nadie se percate de mi existencia (o no se supone que de eso va la alienación de las metrópolis modernas?) o porque me ha convencido la consigna de Glossier ('el maquillaje es una elección').


Al hilo de esto último, dice Glossier que el maquillaje (el suyo) debe 'vivir contigo y no en ti' (en libre traducción); lo que va al encuentro de todas esas ideas sobre no dedicar más de quince minutos a la rutina del tuneo, pero en el fondo acaba sonando como cuando te dicen que comas yogures para alimentar la flora, que las bacterias intestinales son nuestras amigas. Aunque esta insistencia en lo 'natural' (una de las palabras clave del credo que las marcas repiten y l@s consumidor@s absorbemos de tanto oírlo/leerlo) como que no pega mucho con la promoción del rímel de colores, por ejemplo.

Quizá estoy planteándome más de lo necesario esto de la 'filosofía' de las marcas, pero me está pareciendo que el de la belleza es un universo lleno de contradicciones. Haz, compra, incorpora, prueba; rompe, elige, decide, prescinde; que no se note y que se vea; no cambies y revoluciona; sé tú misma... cambiando. Muy lenguaje de mercado, muy ventas, muy consume.

Al mismo tiempo, muy contradictoriamente humano. Eso me gusta.


jueves, 25 de abril de 2019

Momento cobaya: Mascarilla Detox


Hace unas semanas encontré en un cajón un sobre con una mascarilla que alguien me regaló ya ni me acuerdo cuando. Como no veo la fecha de caducidad y además noto que une dos tendenciasel detox y el negro— me he decidido a probarla.


Paso 1 – Observación y desempaquetado

Vale que mi vista ya no es lo que era, pero sinceramente creo que las marcas deberían plantearse aumentar el tamaño de la letra de las instrucciones. En la cara A se lee bien: nombre del producto, modelo rubia megamaquillada sosteniendo lo que parece un emoticono chungo, un montón de cosas en inglés y lo que interesa: “Mascarilla tisú facial DETOX Carbón Anti-imperfecciones”. La B es la que implica cierto esfuerzo; y encima al abrir el sobre se rasga por el párrafo en español. Ainsss…


Paso 2 – Aplicación

En el caso de las mascarillas siempre es complicado enfrentarse al momento de comprobar si tu cara encaja con la del modelo que utilizaron para hacerla. Como suele estar bastante lejos opto por comenzar por la nariz, para respirar y esas cosas. Vaya, esta no tiene nariz. Ni siquiera una de esas solapas que hay en algunas. O sea, que la nariz se queda sin tratamiento, la pobre... Con lo expuesta que está y lo necesitada de detox... (por la exposición lo digo únicamente, que quede claro). Bueno... reconozcamos que, en términos de uso, es más práctico.

Luego va la boca. Claramente esto se pensó para una boca grande. También es cómodo, también hay piel que queda al aire. Y los ojos, como siempre, aplastados y caídos, con poco margen para mover las pestañas. Ainsss, ainsss…


Paso 3 – Los quince minutos y un ratito más

Habiendo comprobado que esta no es mi talla (si en esto hay tallas), que negro es el tisú y no el liquidillo, que en mí esto no es instagrameable y que me queda poca leche, ya no se me ocurre qué más hacer. Compruebo que no tengo correos nuevos, tamborileo con los dedos en la mesa, vuelvo a leerme las instrucciones…

De repente una ráfaga de aire frío atraviesa la sala y me hace estornudar. Menos mal que la nariz está al descubierto.


Paso 4 – Resultados y conclusiones

Si algo me ha quedado claro de las instrucciones, porque lo pone en mayúsculas, es el NO ACLARAR. Mientras siento ese cosquilleo de poros burbujeando y aprovecho el juguillo que queda para la papada y el cuello (esos grandes olvidados) me da por pensar que detox probablemente necesite mucho, sea o no con carbón y ácido hialurónico, pero lo mismo esto es para abrirte los poros y va a ser peor el remedio que la enfermedad…

...

(unas horas después)

...


Como soy yo muy de placebos, no sé si la subjetiva autopercepción de mi experiencia cuenta; pero he de decir que noto la piel diferente, como si el carbón y el ácido (que siguen ahí, ahora ya secos) hubiesen creado una sutil película con un brillo cristalino bajo la que florece una dermis de un sonrosado sanote.



Veredicto: para la piel bien; para selfies en Instagram no la recomiendo.


Pd. Me acabo de acordar de que esto me lo trajeron los Reyes. Entonces, ¿me trajeron carbón?

martes, 23 de abril de 2019

El indulto del sulfato


¿Os acordáis de lo malos que eran los sulfatos para el pelo? Solo servían para hacer espuma, e impedían el proceso pírrico de liberar al cabello de toxinas porque eran tóxicos en sí mismos como las siliconas y los parabenos (en mis tiempos la silicona se usaba para otra cosa y de los parabenos ni hablábamos…). Era un componente químico y ya sabéis que la química tiene muy mala prensa. En fin, lavarte el pelo con un champú con sulfato era casi someterlo al carbono 14, un error garrafal.

Pero hete aquí que esto de los cosméticos se renueva y se revisa cada día, no es intocable como la Constitución ni infalible como mi abuela. Los sulfatos han empezado a levantar cabeza y, tras años de ignominia, acaba de salir una ley que no permite hablar mal de ellos (con la de leyes que hacen falta en este país).


Por twitter me entero (es que ahora además de bloggera soy twittera, que tengo más redes que los de la 2) que nuestro muy loado Champú de cebolla sin sulfatos está en un brete. El responsable de comunicación escribe este tweet, redactado sin duda entre la confusión nerviosa y las prisas del momento.

Tras varias lecturas frustradas me atrevo a reconocer mi incapacidad y le pregunto directamente por el motivo de su alarma. Atentamente me explica esto.

Pues eso, que los sulfatos ya no son el demonio y que ahora a ver cómo distinguen un champú sin sulfatos de otro exactamente igual, pero sin ellos, sin violar la nueva ley de Sanidad… Un dilema.

jueves, 18 de abril de 2019

Como churros II: Rubi Woo de MAC


En mis tiempos de nerd y jabón lagarto hice un curso de estudios comparados en Literatura, Arte y Pensamiento que, como os podréis imaginar, solo sirvió para alimentar mi espíritu. Con el espíritu bien cebado, me encamino al Corte Inglés, dispuesta a cultivar otros aspectos bastante más abandonados de mi persona.

Yo los labios me los he pintado siempre, que conste. A mal tiempo, labios rojos, que decía alguien que no era mi abuela. Mucho antes de dedicarme a esto, cuando aún no me debía a la cosmética patria, encontré una barra (perdón labial) de la marca alemana Douglas de un rojo amarronado bastante económica y natural. En realidad, la naturaleza no produce de forma espontánea bocas rojas ni marrones (a no ser que tengas un herpes) pero, como gracias a la cosmética ya casi se nos ha olvidado que el labio humano es rosa pálido, da bastante el pego. El E197, aunque tiene nombre de robot es muy cremoso y, cuando se me va, lo retoco. No entiendo esa obsesión por los colores permanentes (ni que te abandonara el desodorante…).

La dependienta de MAC, una chica encantadora, empieza por advertirme que el RubiWoo es bastante mate, y sugiere que tal vez prefiera otro más hidratante. El comentario ya me mosquea. 'Mate', en teoría quiere decir sin brillos (el mío también lo es) pero como no me atrevo a explicarle que soy una beauty expert camuflada en el cuerpo de una bibliotecaria, insisto en que estoy convencida de que ese es el color que busco. Nada más sentirlo sobre la boca entiendo que en el planeta MAC 'mate' es sinónimo de seco. 

Debo haber torcido el gesto, porque la amabilísima beauty advisor, ya al borde del desencaje maxilar, insiste en que siempre es mejor usar un primer con este tipo de labiales (nota mental: dedicarle una entrada al término 'primer' y añadirlo al glosario). Seguro que el primer le da un toque maravilloso, pero que el producto de maquillaje más vendido del mundo necesite de un complemento previo para resultar agradable es un aro por el que no estoy dispuesta a pasar. 

Si a esto añadimos que el tono del labial es ese rojo estrella hollywoodiense de los 50 con el que aún no me siento cómoda, mi personal análisis comparado entre él y la modesta barra que llevo en el bolso produce un resultado sorprendente. Me despido con cordialidad de la vendedora fracasada, que sigue esbozando una inútil sonrisa supurante de primer, y vuelvo a casa sintiéndome tan rarita como la niña solitaria de la ruta.

Eso sí: hizo falta mucha fuerza y varios disco de algodón para librarme del dichoso Rubi Woo. Más permanente que una témpera.

martes, 16 de abril de 2019

Como churros I



Cuando paseo por una avenida llena de terrazas tiendo siempre a sentarme en la menos concurrida. ¿Que por qué hago esto?

a) porque cuanto más gente haya más probabilidades tienes de encontrarte al tipo que te gusta con otra más mona
b) por mi natural compasivo, me dan pena los negocios con poco éxito
c) porque soy una vaga y me siento en el primer sitio que encuentro
d) todas las respuestas anteriores son correctas, pero yo venía a contaros otra cosa.

La opción acertada, obviamente es la d, y, como os digo, no tiene nada que ver con este post, o sí, pero poco. Yo, hoy, como ayer, vengo a hablaros de cosmética, que es lo que hago siempre, y también de mi particular desconfianza en el efecto llamada.

Ya os imaginaréis, por todo lo que os he confesado sobre mi pasado, que no había colas precisamente para sentarse a mi vera en la ruta del cole. Desde entonces siempre he sentido algo de tirria por todo lo que oliera a popularidad: las chicas populares, los blockbusters, los bestsellers y cualquier película con la expresión "como puedas" en el título... 

Pero como, a pesar de las heridas, una es justa y no tiene por qué haceros víctimas de sus traumas infantiles, y porque ya estoy harta de ser "rarita", he decidido crear una nueva serie de posts dedicados a los cosméticos más comerciales de la historia.

Empezaremos por el producto de maquillaje más común y su más célebre exponente: el Rubi Woo de MAC, el labial más vendido del mundo (sí nenas, ya no se dice pintalabios y, por si alguna, Dios no lo quiera, todavía tiene la tentación, ¡tampoco carmín!). 

Para mí, hasta que entré en esto, MAC era un payaso que vendía hamburguesas, y del Rubi Woo o el Russian Red, su más inmediato competidor, no había oído ni hablar. 

Ahora sé que es la chica más deseada del Beauty College y, aún así, estoy dispuesta a darle una oportunidad. Sin rencor. Os cuento en el próximo post, que por hoy ya he hablado demasiado.

jueves, 11 de abril de 2019

Imprescindibles: cepillos de dientes



Anonadada me hallo ante mis dos últimos descubrimientos.

El primero, ¡Bobby Brown es una tía! Sin más comentarios. 

El segundo, de nada sirve gastarte una pasta en instrumental especializado cuando l@s grandes gurús insisten en que las texturas quedan mejor cuando se trabaja con los dedos, la mejor herramienta es el bastoncillo de algodón (ver entrada anterior) y para las cejas nada como un cepillo de dientes. Tal y como se lee. No el que se esté usando para cepillar los dientes, obviamente, sino uno específico para poner las cejas en su sitio, previamente rociado con laca si se quiere que permanezcan. Preferentemente, pequeño; por lo cual, de niñ@. Y hay más: embadurnado de cacao ¡puede ser un fantástico exfoliante de labios! De lo que se entera una…


Cepillos cuquis de Freshly Cosmetics


Así que, decidido: en el próximo supermercado por el que pase me hago con unos cuantos. Seguro que les encuentro más funciones.

...

Nota: Quien esté pensando que con este DIY se olvidará en el cajón esa barra mentolada con arenilla que parece que nunca se va a acabar, y con ello tanto su sabor refrescante como ese efecto verdoso pálido, medio de alien medio de pijo noventero pasando el fin de semana en una estación de esquí, puede apuntarse a esta barra de labios, que además sabe a mojito!

martes, 9 de abril de 2019

Colágeno bebible


Hace ya algunos meses iba con una amiga a tomar un vino y me preguntó si me importaba que antes entrásemos en una farmacia para comprar una cosa en 'un momentín'. La escena que siguió me dejó bizca: pidió colágeno bebible, el farmacéutico se lo dio sin inmutarse y ella procedió a aceptar el pago con tarjeta de lo que para mí es un dineral (pero porque yo soy pobre y ella tiene el sueldo fijo y con pagas extras del que disfrutaba antes la clase media). 


Reconozco que me asustó la idea de que mi amiga fuese a pasar unas semanas metiéndose entre pecho y espalda algo que yo, como mucho, me pondría en la cara. Se me vinieron imágenes de mujeres de antaño que se envenenaban con pócimas supuestamente embellecedoras. También consideré la posibilidad del efecto placebo. Pensé si esto será tipo lo que dicen de la homeopatía, que al cuerpo en sí no le hace nada, para bien o para mal. 

Aquel día me estuve muy calladita y con cara de póker, luego tomamos ese vino y se me olvidó. Hasta que navegando comencé a encontrarme en otros blogs bastantes comentarios sobre el tema. Me di cuenta de que llegaba tarde, como a todo; lo que hace que sienta de nuevo que en esto ando muy pez. Encontré detractores y defensores (interesados). Y pensé que es a mí a la que la nutricosmética no me va, aunque sepa a frambuesa. Me quedo con el uso tópico por el momento. 

jueves, 4 de abril de 2019

El elixir de la juventud



Parece que lo de que a cumplir años se asocie oler a abuela tiene su base científica y hay quien se ha preocupado por paliarlo. Aunque para ello han tenido que embarcarse en una expedición Malaspina, llegar hasta la isla de Reunión y sumergirse casi cuatro quilómetros en el océano. Ahí es nada. Y yo en casa limándome las uñas.



Si lo que prometen los creadores de este perfume resulta o no tendrán que contármelo otros, porque se han acabado las muestras a precio reducido, comprarlo cuesta un ojo de la cara y la única tienda física que lo vende está en Barcelona (a donde no tengo planeado ir en breve; no por nada, sino porque el sueldo da para lo que da, y cuando se sale de vinos el fin de semana da para menos). Por el momento, me quedo con que en el video promocional se oyen olas y gaviotas, y con que la página tiene un aire neutro bastante conseguido. Si es que a mí con poco me convencen…

martes, 2 de abril de 2019

Cosas que he aprendido en mis estancias en Youtube. Sobre ojos I




Maquillarse en orden inverso

Al parecer hay un paréntesis entre el antes (limpieza, mascarilla, masaje, sérum, hidratante, protector,…) y el proceso de maquillaje propiamente dicho (la base, el corrector, el iluminador, el colorete, los polvos,…),  y en ese paréntesis es cuando, una vez se ha preparado la piel y todo está listo para tapar y/o destacar, much@s recomiendan curvar las pestañas, aplicar la cantidad que se considere necesaria de máscara en las raíces (no en las puntas, y siempre en zig-zag), limpiar lo que haya quedado fuera y proceder a todo lo que vaya a hacerse en los párpados (base, sombra, lápiz, eye-liner,…). O sea, los ojos lo primero, comenzando por la máscara, y después todo lo demás. Simplemente, porque es lo que más pringa. Lo contrario de lo que se lleva haciendo toda la vida, vamos.

Claro que esto debe ser algo que se hace más bien cuando vas a pintarte un ahumado o embadurnarte el párpado con una de esas sombras que recuerdan a las bolas de discoteca, con toda la evocación fiestera, ochentera y popera que ello conlleva. A mí estas cosas me encantan, pero me pasa con ellas un poco lo que con los vestidos que pillo en rebajas pensando en 'esa ocasión especial' que nunca llega: luego las encuentro en el cajón casi nuevecitas y me recuerdan lo poco que salgo.

Por ello empiezo a entender lo que decía aquel blog sobre sentirse beige; y el porqué de que esté mucho más gastado mi lápiz de ojos beige de Deliplus que, además de barato, es multifunciones. Hay compras que dan subidón (y luego bajón) y otras que ni fu ni fa pero a la larga como que cunden.